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Rodrigo Errasti Mendiguren
Martes, 17 de noviembre 2015, 01:04
España regresó de Bélgica sin jugar un amistoso y con una sensación extraña. De alivio por dejar atrás un lugar en el que su seguridad no estaba garantizada y con la amargura de que no disputar el partido es un pequeño triunfo para los que ... desean instalar el miedo en la sociedad. Los futbolistas nunca se negaron a viajar a Bruselas, pese a que lo sucedido en París el viernes les había afectado. «Ninguna idea está por encima de una vida», repetían en público algunos de ellos, como Mata o De Gea, en las horas previas. Varios habían hablado con algunos jugadores del Francia-Alemania del viernes en Saint-Denis, y el entrenamiento del lunes a puerta cerrada, sólo con acceso a la prensa, escoltada a pie de campo por un cordón policial, les dejó algo intranquilos. Regresaron al hotel Steingelberger Wiltcher's, del que sólo habían salido para la sesión preparatoria, y tras la cena, nadie, ni los más cansados, acertaba a dormir.
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La amenaza de bomba matutina, algo que sucedió también el viernes en París, y saber que el protocolo antiterrorista estaba en fase 3 por «amenaza creíble y potencialmente inminente», eran los temas de conversación. Y en esas estaban, unos charlando, otros leyendo y varios jugando a la videoconsola, cuando los medios belgas anunciaron después de la medianoche que el partido estaba suspendido por motivos de seguridad. Entre ellos, la Radio Televisión Belga, poseedora de los derechos de emisión del partido.
Tras unos minutos de desconcierto, ya que el secretario general de la Federación Española (FEF), Jorge Pérez, no sabía nada, varios de los jugadores trataron de localizar a algunos compañeros en la selección rival, que les confirmaron que el partido no se iba a jugar. «El lunes a las 21.00 horas tuvimos una reunión para ver si se jugaba el partido. Más tarde se tomó la decisión de cancelarlo. Algunos jugadores ya estaba dormidos, otros no. Mis jugadores no tenían temores sobre su seguridad. Siguieron la información, y de cualquier manera, parte de su trabajo es viajar por todo el mundo. Aceptamos la decisión, porque las vidas humanas son más importantes que un partido de fútbol», explicó el seleccionador belga, Marc Wilmots.
Poco después, la FEF confirmó la noticia que le llegó por parte belga de modo breve: «Según ha comunicado oficialmente la Federación Belga de Fútbol, el partido queda suspendido por motivos de seguridad». El organismo belga fue más preciso. «La Federación ha sido contactada por el Gobierno belga, que recomendó no celebrar el encuentro debido al alto nivel de alerta terrorista y a la fuga de un sospechoso (Salah Abdeslam, cerebro de lo ocurrido y considerado muy peligroso). Lamentamos profundamente que se cancele tan tarde, pero teniendo en cuenta las circunstancias excepcionales, no podemos tomar ningún riesgo para nuestros jugadores y aficionados», decía su comunicado. Ambas federaciones anunciaron posteriormente que se devolverá el importe de las entradas a los que tuvieran localidad.
Abdeslam, posible suicida
Benoit Ramacker, el portavoz del Centro de Crisis del Ministerio del Interior belga, entró en detalles y reconoció que el riesgo de atentado era «posible y probable». Y es que Salah Abdeslam, uno de los dos individuos buscados por la policía belga por su implicación en los atentados de París, fue visto en los aledaños del estadio Rey Balduino. Los servicios de inteligencia belgas temían que Abdeslam pudisese morir en un «acto de martirio».
En cuanto supieron que era oficial la suspensión hubo una reunión de urgencia. Dirigentes federativos, el responsable de la organización del viaje, Antonio Limones, y los miembros de seguridad privada y la policía española estaban de acuerdo con los jugadores: había que irse lo antes posible a Madrid. «Si la seguridad aquí no está garantizada. Si hay una célula yihadista que no tienen controlada creo que lo mejor es que nos vayamos ya», reconocía uno de los integrantes de la expedición que estaba siguiendo a través de las redes sociales las noticias de lo que sucedía.
Los miembros de la delegación se pusieron a trabajar en ello, aunque no lo pudo hacer de madrugada como se deseaba por un problema de logística: los permisos aeropuertuarios se negociaban para un avión que sí estaba en Bruselas, pero había complicaciones para localizar a los pilotos. Primero se dijo que el chárter, en el que no habían viajado por la mañana los habituales patrocinadores y sin invitados, podría irse a las cinco de la madrugada, pero finalmente supieron que debía quedarse en el hotel a pasar la noche. Jugadores, cuerpo técnico y parte de la prensa, incluso la que no viajó el lunes con el equipo, se marcharían no antes de las nueve de la mañana. Pocos pudieron dormir. Las caras de sueño y agotamiento eran muy visibles.
Hora y media para irse
A las ocho de la mañana bajaron a una calle que estaba cortada y a la que sólo podía acceder la policía y la seguridad privada tanto federativa como la del hotel. En el bus oficial se subieron dos policías españoles y otros dos belgas, los mismos que acompañaban a la expedición desde que puso pie en Bruselas. Escoltados por siete motos y un coche oficial, se dirigió al aeropuerto, donde llegó dentro de un convoy de tres coches y tres furgonetas de seguridad. Eran las 08.30 horas de este martes, pero tuvieron que esperan dentro del autocar hasta que fueron accediendo, primero al control de pasaportes y después al de equipajes, donde tuvieron que pasar todos por el arco de seguridad y someterse a cacheos personalizados.
Finalmente, subieron al avión, donde respiraron aliviados. Hora y media después de salir del hotel, ya se dirigían a Madrid. En pleno vuelo, Vicente del Bosque atendió a los medios de comunicación, insistiendo que el grupo prefería jugar porque «era el último partido de este año y era conveniente, pero los motivos de seguridad deben ser muy fuertes». «Nosotros no hemos tenido miedo, en absoluto. Hemos estado en el hotel, no había problema, y se intentó acelerar el regreso, pero no era fácil, y por eso hemos salido cuando hemos podido». Eso sí, Del Bosque aseguró que «debiéramos pedir que la Eurocopa se celebre en Francia y entre todo dentro de la normalidad». Cerca del seleccionador la seguridad privada federativa recordaba el peligro existente, ya que «el terrorista fugado está dispuesto a inmolarse como los de París».
Algunos futbolistas, más relajados tras la tensión vivida, pudieron pegar una cabezada antes de llegar a Madrid. En la capital, el grupo, con algunos futbolistas ya vestidos de calle, como Alcácer, se disolvió. Los del Athletic volaron a Bilbao casi de inmediato, los azulgrana se marcharon a Barcelona a la carrera y los de la Premier tenían vuelos a Inglaterra horas después, mientras que algún otro que no juega en la Liga aprovechó unas horas en Madrid antes de irse a última hora del día a su lugar de trabajo. «Ha sido surrealista, de esas cosas que piensas que sólo salen en películas», explicaba uno de los internacionales antes de irse de Barajas.
Había mucha prensa esperando a los futbolistas, que apenas dijeron nada. «Miedo no, pero sí respeto y preocupación. Creíamos que íbamos a jugar», explicó Nolito. «¿Miedo? Alguno más y otro menos, como todo el mundo», explicaba Óscar de Marcos, uno de los más afectados por la suspensión del partido. No sólo por no poder debutar, sino por el viaje en balde que hicieron sus padres, que tras volver a Madrid con la expedición se fueron a Laguardia (Álava) en coche. Mikel San José, una vez llegó a su casa, lamentó que además de suspenderse el partido, «no ha podido ser el debut de De Marcos con la selección». «Debut que era muy merecido y seguro conseguirá», vaticinó, antes de lanzar una reflexión con tristeza: «Mientras sigan muriendo civiles en el mundo el miedo siempre estará asegurado».
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