Tsipras, misión cumplida
Antonio Papell
Jueves, 20 de agosto 2015, 20:39
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Antonio Papell
Jueves, 20 de agosto 2015, 20:39
Una de las opiniones más injustas que se han escuchado sobre la crisis griega es la de que Syriza ha sido la causante del gran desastre. Un mínimo de rigor histórico, un simple repaso de la hemeroteca de estos últimos años, nos convencerá en el ... acto de que los causantes de la deriva helena, del fracaso del país y de su hundimiento moral y material han sido los partidos tradicionales, el centro-derecha y el centro-izquierda que se han turnado al frente del Estado desde 2002, año en que comenzaron las sucias operaciones de maquillaje cosmético de las cuentas griegas para engañar al Eurostat con la ayuda impagable de Goldman Sachs. Lo ha explicado Der Spiegel con brutal claridad.
En realidad, Syriza llegó al poder, tras las elecciones de hace apenas ocho meses, cuando ya todas las demás organizaciones políticas moderadas habían fracasado, y cuando el pueblo griego, horrorizado por tanta incompetencia, decidió optar como último recurso por aquella formación radical, que había sido la principal oposición ente 2012 y 2014. En definitiva, Syriza recibió el regalo envenenado de gestionar el desastre, y después se ha visto- sin ideas claras sobre lo que había que hacer.
Naturalmente, aquel viraje terminó de desarbolar la maltrecha economía griega, que había comenzado a repuntar a finales del año pasado, y regresó a la recesión. Y Syriza improvisó un camino que resultó ser impracticable: era imposible conseguir la ayuda de las instituciones europeas si no se aceptaban las reglas de juego comunitarias. Tsipras, escudado tras la vistosidad de Varoufakis, debió asistir con horror a aquella crispada tensión que amenazaba con lanzar a Grecia al Tercer Mundo, a una posición definitivamente excéntrica semejante a la de sus vecinos en una de las zonas más calientes de la tierra (Túnez, Libia o Turquía). Evidentemente, el joven primer ministro no estuvo a la altura, convocó un descabellado referéndum, que ganó y en el último minuto tomó la decisión de su vida: no podía pasar a la historia como el personaje que había sacado a Grecia de Europa y decidió el gran viraje.
El resto de la historia no tiene la menor épica: Grecia ha aceptado las condiciones del plan de estabilización dictado por Bruselas, Franckfort y el FMI. En el fondo, Tsipras sabe que no había otro camino para sacar a su país del atraso secular, de la renuncia a la modernización que habían hecho sus antecesores. Grecia necesita construir un sector público, una administración fiscal, un sistema financiero Y sólo el acompañamiento europeo puede facilitar los mimbres para el cambio. Naturalmente, la decisión ha costado a Tsipras todo su crédito político. Ganó las elecciones con un discurso contrario a la austeridad y no ha tenido más remedio que pasar por las horcas caudinas de la denostada troika. Ha roto su partido y, en cierto modo, ha defraudado a sus votantes que sin embargo han de agradecerle el horizonte de prosperidad que hoy divisan. El siguiente paso que Tsipras debía dar en términos democráticos era la dimisión y la convocatoria de elecciones. Lo ha dado significativamente el mismo día en que Grecia, con los primeros 26.000 millones del rescate, ha pagado sus cuentas pendientes al BCE y al FMI. El país está encarrilado.
Lo que vayan a hacer ahora los griegos es una incógnita. En cualquier caso, la mayoría parlamentaria favorable a la senda emprendida es un hecho irreversible. Tsipras es un valor en alza pero tendrá que reconstruir todo su aparato partidario. Y las viejas organizaciones siguen sin prestigio alguno. Sin duda, Grecia también sabrá elegir en esta hora la buena dirección.
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