Secciones
Servicios
Destacamos
Óscar Bellot
Lunes, 15 de junio 2015, 21:18
Jeb Bush ha anunciado lo que desde hace meses era un secreto a voces, su intención de pelear por la candidatura del Partido Republicano a la Casa Blanca. Lo ha hecho en un acto en Miami en el que, como mandan los cánones, ha estado ... secundado por su esposa, Columba, de origen mexicano y una de sus principales bazas para tratar de engatusar al electorado latino, un sector que se decantó por abrumadora mayoría por Barack Obama en 2012, lo que resultó capital para su triunfo ante el republicano Mitt Romney, y que ahora se afana en cortejar el segundo hijo de George H. W. y Barbara Bush.
Jeb Bush aseguró en su primer discurso tras confirmar su candidatura, que está listo para "tomar el mando de nuestro futuro una vez más en este país".
El discurso de Bush, que rezumaba optimismo y confianza, contuvo también un ataque explícito a Washington, que tachó de "capital estática", frente a una "nación dinámica", por lo que se comprometió a crear un Gobierno "al lado de la libre empresa y de la gente libre", de ser elegido presidente.
Bush dejó traslucir también su intención de convertirse en el candidato presidencial de los hispanos, a los que se dirigió en español, mediado el discurso, para pedirles ayuda y que "trabajen con nosotros por los valores que compartimos y por un gran futuro" que construir para "nosotros y nuestros hijos".
"Júntense a nuestra causa de oportunidad para todos, a la causa de todos los que aman la libertad y la causa noble de los Estados Unidos de América", manifestó en español ante gritos de "Jeb", "Jeb" y un mar de carteles donde se leía "Jeb! 2016".
Tanto su esposa mexicana Columba Garnica, como sus hijos y nietos y su madre, Barbarba Bush, acompañaron al republicano en el anuncio de su presentación a las presidenciales de EEUU de 2016.
El llamamiento a la comunidad hispana tuvo otra vuelta de tuerca en la voz de su hijo George B. Bush, director de la Oficina General de Tierras de Texas, quien, en perfecto español, pidió a los hispanos el voto para su padre".
"En nuestra familia no solo hablamos español, sino que también sabemos la importancia de la comunidad latina. Tú, hermano hispano, en esta campaña vales muchísimo", dijo en español apelando al voto hispano, para concluir en inglés "(Mi padre) va a ser un excelente presidente de Estados Unidos".
Bush se presentó además como el candidato más cualificado para "arreglar" los problemas con que lidia el país porque, dijo, "ya lo he hecho antes" como gobernador de Florida, al tiempo que expresó su confianza en lograr un crecimiento económico del 4 % y crear 19 millones de nuevos puestos de trabajo.
Pone así, negro sobre blanco, un anhelo para el que viene trabajando desde hace meses y para cuya consecución no está dispuesto a escatimar esfuerzos. No hay más que ver la formidable maquinaria que se ha agrupado bajo el paraguas de 'Right To Rise', un grupo de acción política (PAC) que no para de recibir donaciones desde que vio la luz con el fin de colocar a otro Bush en la Casa Blanca. Jeb Bush es, por encima de sus contrincantes, el candidato del gran capital, por mucho que la suya fuese la más notable de las ausencias en un acto organizado por los multimillonarios hermanos Koch celebrado a finales de enero en California y en el que los magnates anunciaron su intención de invertir alrededor de 900 millones de dólares a fin de ver a uno de sus escogidos sentado en el Despacho Oval.
Pero Jeb Bush es, sobre todo, el elegido por las élites que no desean a un candidato demasiado extremista que prolongue el dominio presidencial del Partido Demócrata otros cuatro años más. Mucho más comedido que su hermano George W., Jeb siempre fue tenido dentro del clan político que fundase su abuelo Prescott como el heredero al trono. Pero, como en la otra dinastía que, con permiso de los Clinton, más honda huella ha dejado en la política estadounidense durante las últimas décadas, la de los Kennedy, tuvo que soportar ver cómo el orden sucesorio quedaba alterado por los acontecimientos. Si en la familia demócrata fue un accidente durante una misión de bombardeo en la Segunda Guerra Mundial lo que hizo correr el testigo del primogénito Joseph Patrick a su hermano John, los Bush acabaron ungiendo a George W. pese a que el patriarca confiaba mucho menos en él que en su hermano menor.
George W. Bush supo aprovechar su momento. Acumulaba seis años como gobernador de Texas cuando el 'Grand Old Party' comenzó a buscar candidato para disputarle al por entonces vicepresidente demócrata Al Gore las elecciones. Jeb era casi un novato aún y prefirió cumplir con el mandato que unos meses antes le habían otorgado los votantes de Florida. Desde el 'estado soleado' contempló cómo su hermano lidiaba con el mayor ataque terrorista sufrido en suelo estadounidense de la historia. Y a medida que éste dejaba atrás el 'conservadurismo compasivo' que le había abierto las puertas de la Casa Blanca, Jeb ampliaba sus credenciales moderadas, las mismas que ahora espera le sirvan para conquistar el 1600 de Penssylvania Avenue.
Una baza y un hándicap al mismo tiempo
Pero las tornas parecen haber cambiado para quien en otro tiempo gozase de buena prensa por sus posturas moderadas. El motivo no es otro que el mismo que le ha convertido en uno de los más serios contendientes a la nominación republicana: su apellido. Jeb Bush se ha visto confrontado en las últimas semanas a cuenta de las políticas que su hermano impulsó durante sus ocho años de gobierno. Y principalmente sobre su decisión de invadir Irak en 2003. Un espinoso asunto que el republicano no ha sabido capear. Interpelado en la cadena Fox sobre cuál habría sido su decisión de haberse hallado hace una década sentado en el escritorio del presidente, aseguró que habría procedido como hizo George W., lo que provocó un torrente de críticas. Y empeoró aún más las cosas cuando trató de desdecirse señalando que no había entendido bien la pregunta que le había formulado el entrevistador. "Sabiendo lo que sabemos ahora, no hubiera entrado en la guerra", aclaró más tarde. Pero el daño estaba hecho.
Sus detractores se han apresurado a resaltar que la lista de quienes integran el equipo de Bush en el ámbito de la política exterior incluye a algunos de quienes aconsejaron en su día a su hermano acciones hoy denostadas por buena parte de los estadounidenses. Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa con el segundo de los Bush y figura clave de los 'neocons' que proclamó que los norteamericanos serían recibidos por el pueblo iraquí no como conquistadores sino como libertadores; Michael Chertoff, quien sirvió como secretario de Seguridad Nacional; Porter Goss y Michael Hayden, antiguos directores de la CIA; James Baker y George Schultz, secretarios de Estado en tiempos de George H. W. Bush y Ronald Reagan, respectivamente; o John Hannah, hombre de confianza del exvicepresidente Dick Cheney, son algunos de sus asesores.
A lo largo de los últimos meses, Jeb Bush no ha parado de arremeter contra la política exterior de Obama, que ha calificado de "inconsistente e indecisa", y ha acusado al mandatario de generar desconfianza entre los aliados de Estados Unidos al negociar con tradicionales adversarios como Cuba o Irán. Ha abogado asimismo por un incremento en el presupuesto del Pentagono al entender que "las palabras del presidente necesitan ser respaldadas por la mayor fuerza militar del mundo". Y remachó, en un acto celebrado en Chicago: "Yo amo a mi padre y a mi hermano y admiro su servicio a la nación y las decisiones difíciles que tuvieron que tomar".
Bush se ha declarado también partidario del matrimonio tradicional pero ha dicho respetar a las parejas del mismo sexo y ha señalado que incluso acudiría a un enlace de este tipo si lo protagonizasen personas de su círculo. Y respecto a la reforma migratoria, se ha manifestado a favor de una normativa que permita a millones de indocumentados "salir de las sombras" y legalizar su situación, pero ha atacado las medidas ejecutivas adoptadas por Obama ante el bloqueo del Congreso y ha señalado que este tipo de iniciativas han herido el proceso.
Nadar entre dos aguas ha sido la máxima de Jeb Bush en los últimos meses, una estrategia que no le está funcionando mal entre los votantes, a tenor de las encuestas que le sitúan a la cabeza en la contienda republicana. De alzarse con la candidatura, todo apunta a que se medirá a Hillary Clinton, deparando así un combate entre dos dinastías y abriendo la puerta a una venganza de la derrota que el padre de Jeb sufrió hace más de dos décadas ante Bill, el esposo de la exsecretaria de Estado. Satisfaría así el permanente deseo de su madre, ver a otro integrante del clan tomando las riendas de Estados Unidos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Cinco trucos para ahorrar en el supermercado
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.