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Óscar Bellot
Sábado, 16 de mayo 2015, 07:17
Alcanzar la Casa Blanca es un objetivo que muchos políticos ambiciosos se fijan en uno u otro momento de sus vidas. Pero una cosa es que la idea pase por sus cabezas y otra muy distinta lanzarse a una arena en la que los escándalos, ... la prensa y las meteduras de pata pueden ser tan peligrosos como las fieras con que debían vérselas los antiguos gladiadores en el Coliseo romano. Peligros, todos ellos, que no arredran al creciente número de postulantes a la candidatura del Partido Republicano a las presidenciales de 2016. En las antípodas de lo que sucede en el bando demócrata, donde Hillary Clinton ostenta un favoritismo que apenas ha osado desafiar, hasta el momento, el socialista Bernie Sanders, en un movimiento que no pasa de ser anecdótico dado el calibre de la rival a que se enfrenta y el poco peso que el senador por Vermont tiene en el escenario nacional, las aguas se presentan revueltas en el 'Grand Old Party', con media docena de candidatos oficiales y al menos otros dos a punto de irrumpir en la carrera.
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La batalla se presenta reñida y también cruenta, teniendo en cuenta las distintas corrientes implicadas en este particular 'juego de tronos' que contará con menos sangre que la saga armada por George R. R. Martin pero que a buen seguro no le irá a la zaga en odios enconados y que, necesariamente, dejará un reguero de cadáveres políticos por el camino.
Ted Cruz, senador por Texas; Rand Paul, senador por Kentucky; Marco Rubio, senador por Florida; Ben Carson, un médico jubilado que no ha dejado de lanzar diatribas contra la reforma sanitaria aprobada en 2010 por el Congreso de mayoría demócrata; Carly Fiorina, ex consejera delegada de Hewlett-Packard cuyo currículum político se resume en una derrota en la contienda con la demócrata Barbara Boxer por un escaño en el Senado; y Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas y antiguo candidato en 2008, integran por el momento la alineación republicana de cara a las primarias. Pero son otras dos figuras que aún no han oficializado sus intenciones, pese a llevar meses cortejando a los electores y a los grandes donantes, quienes podrían marcar las reglas del juego una vez que conviertan en noticia lo que es un secreto a voces. Se trata de Jeb Bush, exgobernador de Florida, e hijo y hermano de presidentes; y Scott Walker, gobernador de Wisconsin que se ha labrado la imagen de moderado en un partido dominado en los últimos años por las voces más extremistas.
Bush y Walker se sitúan en lo alto de la tabla de las preferencias de los electores republicanos, de acuerdo con la última encuesta publicada por la cadena NBC y el diario 'The Washington Post'. El que fuera gobernador de Florida encabeza la carrera con un 23%, en tanto que el máximo mandatario de Wisconsin aparece en tercera posición con un 14% de los apoyos. Entre ambos, Marco Rubio, por quien se decantan el 18% de los encuestados. Claro que quien más apuros parece plantear a las filas demócratas, a tenor de unos sondeos que deben ser tomados como un mero indicador a un año y medio de los comicios, es Rand Paul, al que apenas separan tres puntos de Hillary Clinton en la encuesta de NBC/WSJ.
El último de la dinastía
A favor de Bush juega el perfil de político capaz de buscar puntos de entendimiento con los demócratas que se construyó durante sus dos mandados al frente de Florida. Allí se significó también por otro aspecto que podría depararle importantes réditos en su afán por lograr la candidatura republicana y, de alzarse con ella, en su objetivo de alcanzar la Casa Blanca: el cortejo de los votantes hispanos, un sector cada vez más decisivo del electorado. Casado con una mexicana, Bush habla con fluidez el español y se ganó el beneplácito de los exiliados anticastristas por su gestión del caso de Elián González, el niño 'balsero' cuya odisea mantuvo en vilo a dos países durante los siete meses que duró la batalla legal por su custodia. Hasta tal punto llegó su identificación con los latinos que Bush marcó la casilla de 'votante hispano' en una solicitud de registro electoral de 2009 en el condado de Miami-Dade. Un apunte que sus adversarios se apresuraron en presentar como una muestra de oportunismo político.
Pero es su capacidad para recaudar fondos lo que hace que sus rivales le miren de reojo. 'Right To Rise', el grupo de acción política (PAC) creado para canalizar fondos y organizar acciones en su beneficio, no para de recibir dinero de los donantes. Y deja clara su naturaleza en la exposición de motivos de su creación al subrayar que "sólo los principios de políticas conservadoras pueden resolver" la creciente desigualdad económica "eliminando las barreras para poder ascender" en la sociedad.
Todo ello sin olvidar, claro está, su pertenencia a la dinastía Bush, que deparó a Estados Unidos el cuadragésimo primer y el cuadragésimo tercer presidente de su historia. En una nación nacida de la revuelta contra el monárquico Reino Unido pero que ha concedido el Despacho Oval a padre e hijo en dos ocasiones (John Adams y John Quincy Adams, además de los mencionados Bush) y que aún añora a otra saga familiar, la de los Kennedy, podría ser tanto un punto a su favor como uno en contra.
Encantador de serpientes
Scott Walker, como Jeb Bush, parece ser la respuesta que tanto andan demandando los sectores más centristas del Partido Republicano, temerosos de que la intransigencia del Tea Party en temas como la inmigración, la sanidad o los impuestos acabe abocando a la formación a una nueva derrota el 8 de noviembre de 2016.
A sus 47 años, Walker parece gozar de las capacidades de un encantador de serpientes, imprescindibles para ganarse el favor de los sectores más ideologizados de la formación, claves en las primarias, sin perder por ello las simpatías de los indecisos que más tarde determinarán quién pasa a residir en el 1600 de Pennsylvania Avenue en un país fuertemente dividido. Dinámico y campechano, Iowa parece campo abonado para él. El estado que abre con sus 'caucus' la carrera por la Casa Blanca, podría convertirse para Walker en lo que fue hace siete años para Barack Obama, su trampolín a la candidatura.
Juventud y atractivo
El centro es también lo que parece andar buscando Marco Rubio, otrora 'niño mimado' del Tea Party y que reniega de él desde que prestase su apellido a una iniciativa para regularizar la situación de millones de indocumentados. Una postura que podría restarle opciones en las primarias a este hijo de cubanos que salieron de la isla antes del triunfo de la revolución castrista.
Podría compensarla, empero, realizando un nuevo giro a la derecha y, sobre todo, explotando la baza de su atractivo y su juventud. Tiene hoy la misma edad con que John Kennedy alcanzó la Casa Blanca y, como aquel, la planta que muchas madres querrían para su hija. Y si alguno de sus rivales piensa esgrimir la baza de su poca experiencia, haría bien en tener presente la estocada mortal que le dio Ronald Reagan a Walter Mondale cuando le espetó que no pensaba echarle en cara su escaso bagaje en puestos de responsabilidad, después de que éste aludiese a la edad del actor reconvertido en político. Rubio solo debería buscar una fórmula tan eficaz para darle la vuelta a la tortilla.
'Maverick'
Pero si de candidatos escurridizos de trata, nadie como Rand Paul. Digno hijo de su padre, el antiguo candidato republicano Ron Paul, el senador de Kentucky resulta difícil de encasillar y es capaz de guardarse ases en la manga con mayor destreza que sus rivales. Paul no va tan lejos en sus afanes libertarios como su progenitor pero sigue saliéndose del guión a cada paso que da. Cortejó en su día al Tea Party que, a diferencia de lo sucedido con Rubio, no ha acabado revolviéndose contra él. Pero, sabedor de que la presidencia únicamente puede alcanzarse conquistando a los indecisos, ha clamado en repetidas ocasiones por una revisión de las propuestas del 'Grand Old Party' en asuntos como el consumo de drogas o la política exterior.
Aislacionista pese a su defensa de los bombardeos contra el Estado Islámico, apela a una estricta aplicación de la Constitución y a una reducción del poder federal, primando por encima de todo la idea de libertad de los ciudadanos, lo que le ha llevado a zarandear a la Administración Obama por sus programas de cibervigilancia masiva. Su imagen de 'maverick' recuerda a la de John McCain, quien perdió en 2008 ante Obama, ocho años después de haber claudicado ante otro Bush, George W. Lograr que el mensaje de que él es "un nuevo tipo de republicano" cale entre los indecisos, sin atemorizar a sus correligionarios, es el reto a que ha de hacer frente en su persecución de la Casa Blanca.
El 'pájaro loco'
Si Rand Paul parece a veces ansioso de imitar a Gary Cooper en 'Solo ante el peligro' (Fred Zinnemann, 1952), Ted Cruz viste traje de una sola pieza. El senador por Texas es el Tea Party en su estado más puro. De origen cubano como Marco Rubio, su intransigencia en materia presupuestaria le valió el apodo de 'pájaro loco', puesto por sus propios compañeros de partido. Cruz no ha reparado en medios a la hora de tratar de bloquear las propuestas de Obama. Incluso pasó 21 horas hablando en el Senado en uno de los más formidables ejercicios de filibusterismo de los últimos tiempos. Está convencido de que el Gobierno es el problema, y para atajarlo no dudar en galvanizar tanto a quienes entienden amenazada su libertad religiosa como a quienes temen que se revierta la segunda enmienda a la Constitución, la que establece el derecho de los ciudadanos a portar armas.
La ortodoxia a prueba de bombas de Cruz le convierte en el candidato perfecto para los Estados más conservadores -ubicados principalmente en el sur- pero no es la más apropiada para ganarse a los votantes moderados. De alzarse con la nominación, sería el candidato más escorado a la derecha desde los tiempos de Barry Goldwater, quien sufrió una dura derrota a manos de Lyndon Johnson en 1964.
Cortejador de los evangélicos
Hasta Mike Huckabee sería mejor recibido en la casa de un elector moderado que Cruz. Y no es que el exgobernador de Arkansas se caracterice precisamente por cultivar a este tipo de votantes. Más bien al contrario. Sus opciones, como en 2008, cuando quedó tercero en la carrera republicana, por detrás de John McCain y Mitt Romney, pasan por movilizar a los votantes evangélicos. Desde entonces, ha ganado en visibilidad merced a sus intervenciones en la cadena Fox, pero su predicamento en las filas republicanas es menor que en el pasado.
En cuanto a los otros dos candidatos oficiales, Ben Carson y Carly Fiorina, hoy por hoy parecen más unos convidados de piedra que otra cosa. Tan solo la irrupción de Chris Christie, gobernador de Nueva Jersey que tenía buenas cartas en 2012 para ser el elegido de cara a 2016 pero que en los últimos meses se ha visto salpicado por diversos escándalos como consecuencia de su gestión del estado vecino de Nueva York, podría añadir algo de pimienta a un banquete cuyos invitados no paran de crecer y en el que todos confían en acabar ejerciendo como anfitriones.
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