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Miguel Salvatierra
Sábado, 27 de junio 2015, 07:18
El yihadismo no afloja su acoso a la admirable andadura de Túnez hacia un sistema democrático que arrancó con la llamada primavera en los países árabes y de la que fue pionero. El atentado del pasado viernes en Susa supone un terrible y casi definitivo ... mazazo al turismo, la principal fuente de ingresos de una economía que ya atravesaba por una grave crisis, a raíz sobre todo del anterior atentado islamista en el Museo del Bardo de la capital, que costó la vida a 24 personas, la gran mayoría extranjeras y entre ellas dos españoles. En este primer semestre el turismo ya había descendido un 21% respecto al año pasado y se calcula que ha retrocedido un 45% en los últimos cuatro años.
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Frente a otros atentados terroristas en los que el objetivo es Occidente o el cristianismo, en Túnez el enemigo a batir es la democracia. Los islamistas son conscientes del peligroso precedente que supondría un país árabe democrático y próspero. Las características del país son muy diferentes de su entorno y, sobre todo en los núcleos urbanos, existe una sociedad con una tradición cultural muy avanzada que arranca con la independencia de Francia y la política de corte socialista, pero muy abierta al mundo exterior, bajo la presidencia autoritaria de Burguiba. El papel de la mujer y el reconocimiento de sus derechos no tienen parangón con ningún país de la zona.
Islamismo moderado
En Túnez existe además un islamismo moderado, Ennahda, que arrolló en la primera cita con las urnas tras la caída de la dictadura, pero que supo reconocer y admitir su derrota en las recientes elecciones. Un islamismo que ha tenido un comportamiento democrático impecable y ha condenado y repudiado el terrorismo.
Occidente y en concreto la Unión Europea se juegan mucho con la experiencia tunecina. No hay ninguna duda de que los terroristas quieren instaurar en el país magrebí un régimen teocrático basado en el terror. Quizá no lo consigan nunca del todo, pero ya estamos viendo lo que sucede en la vecina Libia, donde el español Bernardino León, como enviado especial de la ONU, está haciendo estos días ímprobos esfuerzos por poner paz en las milicias enfrentadas y evitar que el caos reinante permita echar mayores y permanentes raíces al Estado Islámico. Túnez necesita respaldo político, pero sobre todo apoyo desde las altas instancias financieras internacionales. Incluso ayuda exterior de inteligencia y militar para tratar de sellar las porosas fronteras con las vecinas Libia y Argelia.
El terrorismo global islámico tiene muchos frentes abiertos, pero el de Túnez quizá sea el que más puede amenazar su futuro a medio y largo plazo.
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