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El líder de la Cámara de Representantes, Paul Ryan (dcha). :: reuters
La contrarreforma sanitaria divide a los republicanos

La contrarreforma sanitaria divide a los republicanos

Trump corteja ahora a legisladores a los que humilló en campaña para poner fin a la ley de Obama con otra que los más ultras creen blanda

MERCEDES GALLEGO

Jueves, 9 de marzo 2017, 00:30

Llevaban siete años oponiéndose a la reforma sanitaria de Obama. Todos estaban de acuerdo en que anularla sería el primer asunto en la agenda del nuevo Congreso republicano, pero ahora que más de 20 millones de personas pudieron contratar un seguro médico gracias a ella, los legisladores conservadores saben que no es posible eliminarla sin ofrecer una alternativa. Y el reemplazo presentado el lunes en la Cámara Baja satisface a pocos. Algunos incluso se oponen férreamente al plan que cuenta con el respaldo del presidente Trump, lo que desata el primer gran enfrentamiento dentro del partido entre la Casa Blanca y el poder legislativo, a menos de dos meses de la llegada del mandatario al poder.

Para los miembros del temido Freedom Caucus de la Cámara Baja, heredero del Tea Party que se cobró la cabeza del anterior portavoz del Congreso, John Boehner, por no considerarlo suficientemente conservador, la contrarreforma sanitaria no es más que una versión «lite» (abreviada, blanda) de la implantada por la anterior Administración. «Muchos estadounidenses no notarán la diferencia», se quejó Michael Needham, presidente de Heritage Action, otro brazo político del extremismo de derecha. Varios senadores y congresistas se han sumado a la embestida de este grupo, que pide un corte limpio con la llamada Ley de Sanidad Asequible (ACA, por sus siglas en inglés) en la que Obama invirtió su capital político. A este grupo se han unido las organizaciones que financian los acaudalados hermanos Koch y algunos legisladores conocidos por su independencia, como el senador libertario Rand Paul y el también miembro de la Cámara Alta Mike Lee.

Lo normal sería que Trump los azotase públicamente por ello, pero el presidente sorprendió con una cariñosa rama de olivo: «Estoy seguro de que mi amigo Rand Paul se subirá a bordo de este nuevo y genial plan de salud porque sabe que 'Obamacare' es un desastre», tuiteó. Obamacare es el nombre despectivo con el que los conservadores se refieren a la reforma del anterior presidente demócrata.

Trump anunció poco después a los legisladores a los que invitó a la Casa Blanca que si no aprueban este plan lo pagarán el año que viene con un «baño de sangre» en los próximos comicios de mitad de mandato. El presidente entiende que para poner firme a su partido tendrá que usar la política del palo y la zanahoria. Por eso convocó ayer a cenar en la Casa Blanca al senador Ted Cruz y su esposa, y la víspera al senador Lindsey Graham, a los que durante la campaña electoral se dedicó a humillar sin piedad.

Incentivos fiscales

La propuesta de Ley de Atención Sanitaria Americana de los republicanos acaba con una de las medidas más impopulares de la ACA: el mandato obligatorio. Los expertos creen que sin forzar a la gente sana a adquirir una póliza de seguro médico será imposible que salga a cuenta para las aseguradoras aceptar a los que sufren dolencias preexistentes, algo que sigue manteniendo la propuesta conservadora. Sus impulsores cuentan con que los incentivos fiscales que introducen mantengan la clientela, pero esos créditos son significativamente más bajos que los subsidios actuales y, en algunos casos, superiores al total que tendrán que pagar a Hacienda los estadounidenses menos acaudalados. De facto, el fisco les estará subsidiando.

Entre las preocupaciones de los republicanos moderados está la eliminación de la cláusula que impide a las aseguradoras cobrar más del triple a los adultos de más edad, lo que encuentra oposición entre el sector de la población que más sólidamente ha votado por Trump. Quienes se beneficiaban de una expansión del seguro público para jubilados llamado Medicare también se verán afectados, porque el Gobierno homogeneizará el subsidio que da a los Estados hasta hacerlo acorde a los costes reales en cada territorio del país.

Como descubrieron los demócratas en 2009, la sanidad en Estados Unidos es un gran avispero en el que resulta difícil meter la mano sin acabar herido. Con su ritmo huracanado, Trump pretende que la nueva ley se apruebe en la Cámara Baja la semana próxima, algo que nadie ve posible, pero si forzara la votación los demócratas confían en pescar en este río revuelto los doce votos de republicanos críticos que necesitarían para derrotar la contrarreforma.

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