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F. ITURRIBARRIA
Domingo, 13 de diciembre 2015, 01:06
Marine y Marion arrastran el voto femenino hacia las Le Pen. Al igual que en otros países de su entorno, en Francia las mujeres votan tradicionalmente más a la derecha que los hombres. De 1946 a 1973 votaron entre 10 y 13 puntos menos a la izquierda, hasta 1981 lo hicieron entre 5 y 9 puntos menos. Sin embargo, la extrema derecha no captaba tanto el interés del voto femenino. Los hombres siempre han superado a las mujeres en el electorado de un Frente Nacional acostumbrado a cultivar los valores viriles, militares y autoritarios.
La gran novedad de las elecciones locales de 2015 es el espectacular incremento de las simpatías femeninas hacia el partido presidido por Marine Le Pen. Los estudios comparados muestran que el voto ultra de las mujeres casi se ha triplicado en cosa de cinco años. Del 10% en las regionales de 2010, el porcentaje se duplicó al 20% en marzo y ha alcanzado ahora el 28%. En los hombres el incremento es más del doble: sube del 13% en 2010, al 23% en marzo y al 31% en diciembre.
El FN es el partido mayoritario en la juventud. Ha cosechado el 34,8% de los votos entre los jóvenes de 18 a 24 años con intención de votar. Porque no hay que olvidar que el 65% de los censados de esa edad se abstiene. Por consiguiente, los análisis del voto juvenil solo conciernen al 35%. En ese contexto, el electorado juvenil de la ultraderecha ha superado en catorce puntos al del Partido Socialista y Los Republicanos, con el 21% cada uno.
La formación lepenista ha acaparado el 46,5% de las intenciones de voto entre los obreros, el 41,5% en los empleados y el 41,4% en los parados. El FN capta casi las tres cuartas partes del voto de las clases populares. Es el campeón electoral de la Francia periférica, conglomerado de zonas rurales, pequeñas urbes y ciudades medianas teorizado por el geógrafo Christophe Guilluy, que lo opone a la Francia próspera de las metrópolis de la globalización triunfante. En esta última habitan, según su análisis, los batallones de votantes de la derecha (jubilados y burguesía tradicional) y de los socialistas (funcionarios y burgueses urbanos). «Por primera vez en la historia, las categorías populares no viven donde se crea el empleo», apunta el ensayista, quien subraya que votan «para protestar contra la inmigración».
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