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Catalina Martínez. Científica titular del CSIC en el Instituto de política y bienes públicos (IPP). Analista de agenda pública
Miércoles, 16 de diciembre 2015, 10:25
Las patentes son producto de la inversión en I+D, que necesita estabilidad para dar frutos, y es arriesgada, pero ha ido disminuyendo gradualmente en España desde 2009 en las empresas, y desde 2011 en la administración pública. De todas formas el problema de España es ... estructural. Siempre ha tenido un nivel relativamente bajo de solicitudes de patentes respecto a otros países europeos. Es normal que haya altibajos en el número de solicitudes de patentes. Lo que importa es la tendencia a más largo plazo, y la de España ha sido creciente en los últimos diez años. Entre 2005 y 2014, las solicitudes españolas de patentes europeas han aumentado un 49%. De 976 en 2005, se ha pasado a 1.456 en 2014, y en 2012 se alcanzó el máximo de 1.544.
Los países más cercanos a España en número de solicitudes europeas son Bélgica, Finlandia, Dinamarca y Austria, que también registran entre 1.000 y 2.000 al año, pero son mucho más pequeños. España solicitó 30 patentes europeas por millón de habitantes en 2014, Bélgica 182, Austria 239, Dinamarca 354 y Finlandia 416.
Salvando los ejemplos cada vez más frecuentes de empresas españolas tecnológicas de éxito, el bajo nivel de patentes en España parece ser crónico. Los factores que se suelen avanzar para explicarlo incluyen la estructura industrial del país y el predominio de Pymes con poca capacidad de generar y absorber conocimiento tecnológico, que se traduce en menos inversión en I+D e innovación por parte de empresas que en otros países europeos, y menos vínculos entre la universidad y la empresa.
La falta de conocimiento y confianza en el sistema de patentes en España y la caída de la inversión en I+D ha empeorado la situación. La nueva ley de patentes, aprobada el 25 de julio de 2015, traerá cambios para reforzar el sistema y mejorar su calidad. Pero incluso si mejora el sistema de patentes, patentar por patentar no es la respuesta. Lo que se necesita es un apoyo institucional estable y ambicioso a la I+D y a la innovación, que anime a las empresas a inventar y patentar más, como en otros países. Un sistema en el que se preste más atención a la calidad, a su impacto socioeconómico y su contribución al crecimiento, más que a su mero recuento. Si se consiguen estos cambios tal vez lleguemos a leer que España no inventa menos.
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