Luis Salom, el 'mexicano' de Baleares

Disciplinado, amante del deporte y con pasión por el entrenamiento físico, logró conjugar sus mejores deseos para ser piloto profesional. Cada paso por una nueva escudería o categoría resultó un grato recuerdo y por ello guardaba cada mono de competición. Después, prolongó su pasión a cualquier modalidad que incluyera una motocicleta y mejoró hasta conseguir un puesto en la categoría de Moto3 aunque a su madre no le gustaba que compitiese en una moto por lo peligroso de su actividad. No obstante, cuando el mallorquín empezó a correr en las mayores cilindradas le acompañó y apoyó con frecuencia para que cumpliera su sueño.

Piloto de carácter y muy religioso, tuvo que pelear como muchos otros contra las dificultades para poder llegar a competir en el Mundial de Motociclismo. En su paso por el campeonato de España llegó a ser subcampeón de 125cc tras Efrén Vázquez en 2008, una competición que compatibilizó con la Red Bull Rookies Cup, una copa de promoción auspiciada por la bebida energética disputada en paralelo con varios Grandes Premios del Mundial. Ahí también finalizó segundo en ese 2008. Un año después encontró la puerta de entrada al campeonato, a mitad de año, cubriendo el puesto de Simone Corsi en la escudería española Jack&Jones, como compañero de equipo de Nico Terol.

Lo siguiente fue un paso hacia atrás, con Lambretta, un proyecto fallido con una moto nada competitiva con la que sufrió dos carreras, el tiempo que tardó en encontrar otra montura. Enrolado en una estructura holandesa sin muchos medios empezó a asomar la cabeza. El primer podio le llegó en Assen, en 2011; la primera victoria en Indianápolis, en 2012. La gran oportunidad en 2013, cuando se convirtió en la punta de lanza del proyecto de Aki Ajo con KTM en Moto3. Ahí llevó la pelea al límite por el título contra Alex Rins y Maverick Viñales, llegando líder a la última carrera. Salom acumuló nueve victorias en su carrera deportiva, y un total de 25 podios.

En el 'paddock', al joven con el 39 como número de la suerte se le conocía de manera cariñosa como 'el mexicano'. El apodo se lo puso su mánager porque uno de los caballos que tenía no había funcionado como esperaba y siempre se quedaba en la salida. Aquel equino llamado 'el mexicano' empezó a dar nombre a lo que no debía hacer el balear como piloto: quedarse parado cuando se abriera el semáforo. Desde entonces, aquel 'no vayas a hacer como el mexicano' se trasladó a su sobrenombre que le gustó tanto que a una de sus perras también la bautizó como Mexicana.