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Fernando Miñana
Sábado, 20 de agosto 2016, 03:31
Después de la exhibición del primer día, cuando la etíope Almaz Ayana destrozó el viejo récord del mundo de Junxia Wang en los 10.000, la pregunta de unos aficionados cada día más escépticos fue sobre la fiabilidad de Ayana. La atleta sorprendió con su ... respuesta: Mi dopaje es Jesús. Con sospechas o sin ellas el gran atractivo de la final de los 5.000 era si volvía a batir el récord del mundo, algo que no había hecho ninguna fondista en la historia.
Ayana se lanzó por delante a falta de ocho vueltas. Ya no le daba para la plusmarca de Diababa, pero el cronómetro sí avanzaba que le quedaban unos segundos al récord olímpico. Todo estaba dispuesto para una nueva exhibición cuando, de golpe, se convirtió en una corredora humana. Se quedó sin fuerzas y vio como le pasaban las kenianas Vivian Cheruiyot y Obiri.
Cheruiyot, una atleta con cuatro títulos mundiales, llevaba varios lustros en busca de una medalla olímpica. Debutó en Sídney con 16 años -dos años antes había corrido el Mundial de cross con 14- y nunca encontraba su carrera. Tras los Juegos de Londres, después de una nueva decepción, decidió con su marido, el atleta Moses Kiplagat, que era el momento de tener un hijo y regresar a por el trofeo que anhelaba.
Cheruiyot, madre ya de un niño que cumplirá tres años en octubre, no perdonó el desfallecimiento de Ayana y ató el triunfo, el primero de Kenia en esta distancia, con el nuevo récord olímpico (14:26.17). La segunda, la etíope Obiri, y la tercera, Ayana, también entraron en la meta por debajo del anterior tope y en el caso de la etíope, prueba de lo inaudito del primer día, corrió más lento este 5.000 que la segunda mitad de aquel 10.000.
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