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J. Gómez Peña
Miércoles, 17 de agosto 2016, 02:22
La víspera, cuando vio entrar segundo a Orlando Ortega en la final de los 110 metros vallas, lo dijo en voz alta: ¡Eso es lo que yo quiero!. Sin miedo a Bolt, Gatlin y el resto de los guepardos que hace nada veía desde la ... televisión. Bruno Hortelano salió en su semifinal de los 200 metros convencido de que no es menos que nadie. Acabó cuarto, con 20.16 y no se clasificó por seis centésimas. Esta vez no. Tiene 24 años y en lo que va de temporada ha rebajado cuatro décimas -cuatro dentelladas- su marca en esta prueba. Ya llegará. Lo dice seguro. Eso es lo que yo quiero. Hay que quererlo, hay que planificarlo, hay que trabajar de forma inteligente, hay que sufrir y hay que tener determinación. La plata de Ortega le encendió. Me inspiró muchísimo. No hay sueño que valga la pena que no sea difícil. El suyo lo era: entrar en la segunda final olímpica de Bolt. No lo logró. Volverá.
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La cámara de llamadas es un jaula. En ella calientan los atletas antes de saltar a la pista. Bolt, engorrado, saluda a sus rivales. Concentrado. Ahí parece otro. Gatlin masca chicle como si le tuviera manía. Blake mira con ojos inyectados. Se balancea como un felino tras los barrotes. Bruno Hortelano no piensa en nada. Hay que vaciar la mente, dice. No lleva cascos. No necesita música para aislarse ante de las semifinales de los 200 metros, la prueba en la que Bolt buscará esta próxima madrugada el segundo oro y el récord del mundo. Les he deseado suerte a los demás. No estaba nervioso. Solo notaba la adrenalina. Buen alimento para los mejores velocistas del mundo. A esa especie pertenece.
Primera llamada. Primera serie: la gana Merritt con 19.94, con el francés Lemaitre segundo (20.01). Es la tanda más floja. Segunda llamada en la cámara. Segunda serie. Salen Bolt y el canadiense De Grasse. Se divierten en la pista. Entran en la meta charlando. Y aun así, Bolt marca 19.78, el mejor de la noche por dos centésimas sobre De Grasse. Y por fin, tercera llamada. La serie de Hortelano, la más dura, la que comparte con Blake, Gatlin, Martina y Edward, todos con mejor marca que la suya. Pero yo he salido convendido de que iba a ganarles. Miró hacia la grada. Disfrutó del sueño olímpico. Y regresó a su mundo privado. Pap, pap, pap. Se le deletreó en los labios. Contó los pasos. Hizo la carrera con la mirada. Tenía un plan.
Lo ejecutó. Salió bien. Resorte. A por la curva. La he hecho dura, como quería. A la par corría Gatlin, un campeón olímpico. Delante ceñía la curva el panameño Edward, una bala que vale 19.81. Su presencia no me ha despistado. Yo iba centrado. Quería repetir lo que hice en la serie. Los 20.12, récord de España. Al entrar en la recta final Edward iba delante. Hortelano, Gatlin y Martina marchaban casi en paralelo. Blake, sorpresa, ya no contaba. Sólo se clasificaban dos por serie, más los dos mejores tiempos. Para entrar en la final había que hacer 20.10. Nunca ha corrido tanto. Tampoco esta madrugada. En los últimos metros no avanzaba en relación a mis compañeros. Ahí he sabido que ya no podía más, relata. Notó esa fatiga que deja correr un día antes la carrera más veloz de tu vida. Edward (22.07) y Martina (22.10) lograron el pase. Gatlin, con 20.13, se quedó fuera. Como Blake. Y como Hortelano, que paró el reloj en 20.16, su segundo mejor registro. Estoy feliz. Vine a luchar por la final. Convencido. Sin esa confianza, no habría llegado hasta aquí. Atleta mental.
Cuando le dijeron que Bolt le había alabado, se pensó la respuesta de agradecimiento: Voy buscando mi límite. Espero llegar. Se que puedo bajar de diez segundos en los cien y de veinte en los 200. Y dejó una frase con puntos suspensivos llena de futuro. Me han ganado. Han sido mejores... esta vez. Hortelano es la sensación del atletismo español. Por seis centésimas se que quedado fuera de un templo de este deporte, la final en la que Bolt se medirá a sí mismo en busca de la inmortalidad, de su tercer triunfo consecutivo. De su octavo oro olímpico.
Como dice el jamaicano, los 200 metros son la prueba más complicada. Un problema a resolver. Lo tiene todo: la potencia de la salida, la trazada vertiginosa de la curva y la recta final donde las reservas deciden las medallas. Hortelano es científico hijo de científicos. Por su mente pasan a menudo los laberintos matemáticos. Más que disputar carreras trata de resolverlas. Pero antes hay que estudiar. Entrenarse. Para bajar de 20.39 a 20.18 y a 20.12 en un verano es necesario meter codos durante muchos inviernos. En 2015 notó que le faltaba equilibrio en el tronco. Pulió esa lacra en el gimnasio. Mejoró detalles técnicos. Cuando terminó sus estudios de Biomedicina en la universidad de Cornell (Nueva York) decidió ser atleta profesional. A tiempo completo.
Su nueva carrera, la velocidad atlética, está ocupada por talentos caribeños, africanos y afroamericanos. Eso le da igual. Es teoría. Vayamos a la práctica. No me siento inferior a nadie. Y lo repitió: La verdad es que pensaba que yo iba a ganar la serie. No. Esta vez.
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