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CRISTIAN REINO
Domingo, 6 de marzo 2016, 00:36
Un buen Barça, serio y muy práctico, no dio opciones al Eibar y se impuso en Ipurúa, de manera amplia, en un choque que tuvo a Messi como protagonista absoluto. Hizo dos goles, de sus botas partió otro y, jugando entre líneas, volvió a dar ... una lección de fútbol. Los de Luis Enrique siguen sin perder, aumentan su récord de imbatibilidad a 36 partidos (entre todas las competiciones) y mantienen la velocidad de crucero hacia la consecución del título de liga. Nadie encuentra el talón de Aquiles al cuadro catalán, que mientras tenga la solidez y la firmeza que exhibe tanto en casa como fuera se antoja un equipo inexpugnable. Más aún, si la inspiración sigue acompañando a su tripleta atacante: Messi sentó cátedra, pero Suárez no le fue a la zaga, con un gol de bandera, de delantero centro de un nivel imperial.
Pero no solo destacó el cuadro catalán en ataque, ya que Mascherano y Piqué completaron un partido casi perfecto en Ipurúa. Y es que, si por algo el Barça actual aspira a reeditar el triplete es por su capacidad de adaptación a cualquier escenario. Lo que en tenis sería saber jugar en todas las superficies, el equipo de Luis Enrique lo aplica al fútbol. Cuando hace falta poner en juego el baile de salón, lo hace como nadie, cuando tiene que ponerse el mono de trabajo, también, cuando ha de correr más que el adversario, no se arruga y cuando el choque exige el máximo en lo físico, no elude el envite. Con la ventaja además de que tiene a Messi, que casi siempre juega igual: mirando a la portería, interpretando mejor que nadie el partido y neutralizando las armas del rival, sean las que sean.
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El Eibar planteó un partido muy exigente, de presión alta, e intensidad agobiante y Messi, sin necesidad de entrar en la guerra de guerrillas, salió victorioso. Y bien pronto. En el minuto 7, cuando ambos equipos aún se estaban estudiando, lanzó un pase imposible a Suárez desde la banda, el charrúa ganó la línea de fondo y asistió a Munir, que entraba solo en el segundo palo. Con un toque, Messi conseguía desarbolar el sistema de Mendilibar, que tenía muy ordenado a su equipo, sin conceder opciones a los blaugranas.
El tanto tempranero no hundió a los locales, que tenían una idea, apretar, apretar y apretar hasta buscar el fallo en la construcción de los culés. Perseverar y ahogar el centro del campo azulgrana, hasta que las llegadas de los laterales pudieran generar peligro. Ramis, en el 11, dio el primer aviso armero. Porque si algo no permitía la tela de araña guipuzcoana era que el balón de los catalanes se moviera con fluidez. Messi caía al centro de campo y sus pases en profundidad, buscando la espalda de los centrales, eran lo más peligroso de su equipo. Luis Enrique se vio obligado a hacer cambios y volvió a acertar. Neymar estaba sancionado y Munir le suplió con tino. En el centro del campo, Iniesta dejó su puesto a Arda.
El Eibar, por su parte, ha entrado en la fase complicada del campeonato. Lleva una victoria en los últimos ocho partidos y empieza a hacérsele larga la segunda vuelta, como ya le ocurrió la temporada pasada, con la diferencia de que en ésta la renta que tiene es mayor. Poco a poco, los de Mendilibar fueron imponiendo su ritmo y durante amplias fases de la primera parte lograron encerrar al Barça en su campo. A base de apretar y de adelantar las líneas, los armeros conseguían llevar el partido a su terreno. Hasta que Messi, cerca del descanso, agarró una contra, sorteó a todos los que le salieron a tapar, y con un tiro cruzado, sorprendió a Riesgo. Golazo, que dejaba el partido sin respuesta posible para los locales.
Un duro golpe, que los guipuzcoanos no supieron contrarrestar en la segunda parte. El Eibar iba perdiendo gas, a medida que veía que el Barça, con muy poco, llegaba a portería con peligro. La frescura física ya no era la misma para los eibarreses, que aun así intentaron un último esfuerzo, aunque la remontada se antojaba imposible, pues Piqué, Mascherano y Busquets eran todo un muro defensivo. Secaron a Borja Bastón, Sergi Enrich corrió más que nunca, pero en balde, y ni Adrián ni Escalante tuvieron opciones de sumarse con claridad. El Barça, mientras, trataba de dormir en lo posible el choque. Con aguantar y no arriesgar en los pases, casi lo tenía hecho. Messi, de nuevo, volvió a decidir el partido. Provocó un penalti y esta vez sí acertó desde los once metros. Tiró más o menos a lo Panenka y disipó el fantasma que atrapa este año al tridente azulgrana con la pena máxima. Suárez, en el 84, puso la guinda, con un golazo, con caño incluido.
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