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Javier Bragado
Domingo, 20 de diciembre 2015, 02:16
El Real Madrid encarna todo lo contrario de lo que es el ideal de su entrenador. Mientras que Rafael Benítez es un profesional metódico y controlador en la pizarra, el juego de su equipo en el césped es anárquico, agitado y con graves errores en ... los ajustes. Esa falta de armonía entre el director y el vestuario se explica por las múltiples condiciones adversas de los últimos tiempos en Chamartín y se ejemplificó con la alineación indebida que ha apartado a los blancos de la Copa del Rey. Pero esa desconexión se ha extendido al público, lo que también aclara el porqué de un estadio descontento de manera evidente con un entrenador cuando su equipo ha goleado como nunca con su mejor formación posible.
Ese último escenario de la revuelta travesía madridista se vivió con la visita del Rayo Vallecano, un conjunto que se sacude el teórico papel del equipo que pelea por la supervivencia en Primera División ya que desarrolla una personalidad atrevida ordenada por su entrenador, Paco Jémez. Así se presentó en el Santiago Bernabéu y de la misma manera arrebató el protagonismo a los locales, para desgracia de los inquilinos del estadio.
En principio, Benítez (quien había sido silbado de nuevo cuando se anunció su nombre en el estadio) pareció respirar con el tempranero gol de Danilo. Todo apuntaba a que no necesitaría una vía de emergencia para salvar al paciente y un conseguir un poco más de tiempo para acomodarse. Pero el Rayo pareció no darse por enterado y renunció a bajar la cabeza. El equipo vallecano, que había sucumbido a un contragolpe por volcarse en los primeros minutos, se decidió a mantener su espíritu. El Madrid, desencajado en la defensa y nervioso por el ambiente tormentoso sufrió entonces una repuesta como un relámpago de sus vecinos del sur. En apenas dos minutos el equipo visitante anotó dos goles producto de su descaro personal y de la escasa solidez de sus adversarios. Primero Pepe no logró marcar a Amaya en un saque de esquina y después Danilo llegó tarde a tapar a un Jozabed solo en el centro del área. El Rayo golpeaba en el Bernabéu y lo que sonaba en el recinto eran las atronadoras protestas de los madridistas.
Por supuesto, la desventaja en el marcador aumentó el nivel de estrés entre los blancos. Incluso su estrella, Cristiano Ronaldo, sufrió la reprobación cuando con un gesto negó a los aficionados que silbaran por la situación y la grada le devolvió triplicada la queja. Entonces el Rayo se animó todavía más, disfrutó del balón, mareó a un grupo de rivales apresurados, enseñó lo que una defensa debe ejecutar cuando no ha perdido piezas, asustó a Keylor Navas y ante la sorpresa general se pegó dos tiros. Como en una giro del guión inesperado Tito levantó a los aficionados de sus asientos con una dura entrada sobre Kroos que le costó la expulsión. Poco tardó Bale en igualar el partido y el conjunto de Jémez en completar el suicidio. En una de las faltas habituales el árbitro señaló penalti de Baena por agarrar a Sergio Ramos, pero con el regalo de una discutible segunda amarilla al centrocampista visitante que allanó el resto del partido para el Real Madrid. El gol suponía 3-2 a favor de los blancos y una losa imposible de levantar para el Rayo.
Estadísticas inesperadas
Con dos hombres más en el campo el equipo de Benítez sólo tuvo que esperar a sus oportunidades ante un rival que nunca se iba a esconder por ser firme en sus principios. De este modo, los goles a favor de los blancos fueron cayendo por probabilidad gracias a su superioridad numérica, puntería y las condiciones de grandes espacios propicios para Gareth Bale, quien marcó por primera vez cuatro goles en su carrera profesional en el mismo partido. Pero la realidad es que a pesar de la orgía de goles los aficionados locales se animaron más a reconocer la propuesta de los futbolistas del Rayo Vallecano que los propios, a los que corearon 'Mi gran noche' (de Raphael) por la inusitada goleada -es la tercera vez en la historia del Real Madrid en que anota un mínimo de diez goles en Liga-.
Diez goles alumbraron la propuesta de Benítez pero únicamente solucionaron el problema de manera temporal porque mientras que el técnico local apretó a los suyos a presionar y no bajar el ritmo mientras sus rivales siguieron solventando la contrariedad con la cabeza alta por su trato al balón y dignidad. De hecho, Benítez sintió los murmullos de desaprobación hasta que el campo casi se vació antes del final. En cambio, para que las protestas no alcanzaran los oídos del palco los altavoces retumbaron con el nuevo himno del Real Madrid con cada gol a favor mientras que la mayor parte de los futbolistas atenuaron sus celebraciones para reconocer cierta falta de mérito. Pero en su interior probablemente agradecieron que fuera el Rayo solucionara el problema del inicio del partido que iba a volver a colocar en el abismo al equipo. Al fin y al cabo, no habrá críticas durante unos días pero Benítez sabe que al contrario que su colega Paco Jémez, lo que él diseña no se desarrolla en el césped.
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