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Rodrigo Errasti Mendiguren
Sábado, 5 de diciembre 2015, 03:33
El Real Madrid aplazó con un triunfo incontestable al Getafe y una goleada rápida, forjada en el primer tiempo, el plebiscito con el que su afición le recibió en el Santiago Bernabéu dos semanas después del ridículo deportivo vivido ante el Barcelona y apenas tres ... días más tarde del sainete provocado por la alineación indebida en el encuentro copero del Ramón de Carranza.
Los tempraneros goles que se llevó el Getafe, el circunstancial invitado al juicio al que se sometían jugadores, técnicos y directiva del Real Madrid, fueron la mejor solución para rebajar la tensión. Los más cuestionados (Florentino, Benítez, Benzema, Bale y Cristiano) ganan tiempo y logran una moratoria para un juicio que se antoja muy largo.
Eso sí, de nuevo se refrendó que la mejor medicina para evitar mayores problemas es la magia del fútbol. Ni discursos, ni comunicados, ni filtraciones o promociones. Un balón dentro de una red rival. Eso basta. Algo tan simple desactiva cualquier tipo de crítica o plebiscito, aunque cuando el duelo perdió interés rebrotaron las solicitudes de dimisión. La sentencia parece, por el momento, sólo haberse aplazado hasta una fecha indeterminada.
Porque el duelo futbolístico de la decimocuarta jornada de Liga cobró un interés previo inusitado no por ver qué haría Benítez para encajar junta a la BBC o el modo en que iba a resolver sus problemas defensivos. Eso pasó a segundo plano. Se quería ver la reacción de la afición del Bernabeú tras el doloroso 0-4 en el clásico y la chirigota de Cádiz resuelta con la expulsión de la Copa por una alineación indebida que el presidente considera «no eficaz». Con una defensa de circunstancias al no contar con ninguno de los cuatro titulares el Madrid saltó deseoso de cerrar la herida con su hinchada, más incluso que con la necesidad de ganar un partido para no decir adiós a la Liga. Los que se presentaron en Chamartín parecían más pendientes de lo externo que del balón, con aficionados que acudían junto a sus pancartas solicitando dimisiones del más alto nivel.
Ambiente tenso previo
No fue buena idea que el speaker leyese las alineaciones como si nada hubiese sucedido en las dos últimas semanas. La costumbre de citar el nombre y que los seguidores coreasen el apellido fracasó. Pitos, en orden creciente, a Danilo, a Benzema, a Cheryshev, pero sobre todo a Rafa Benítez. De hecho, apenas se pudo apreciar que alguien dijera el nombre de Benítez entre los sonoros silbidos de la grada. La megafonía atronaba más que nunca, en un coliseo blanco bastante calmado.
Hubo aplausos para los jugadores cuando saltaron en medio del himno de la décima, esa que a día de hoy parece conquistada hace un mundo pese a que muchos de los futbolistas estuvieron en Lisboa. Antes de que Mateu Lahoz pitase el inicio del encuentro, hubo un intento de que el «Florentino dimisión» marcase el partido, pero la grada joven de animación optó por apoyar desde el primer momento a los suyos con «Ahora más que nunca te quiero Real Madrid».
Fran Escribá seguro que había mentalizado a los suyos de que podían aprovechar la coyuntura pero nunca dieron sensación de creerlo y, de hecho, se llevaron un sopapo nada más empezar. Benzema, solo dentro del área, remachó un centro preciso de Pepe, que dobló a Lucas Vázquez como si fuese extremo reconvertido a lateral y puso una rosca en carrera al lugar en el que centrales y porteros nunca saben bien quien domina. Ni los más admiradores pensaron que Arbeloa podría haber mejorado un centro tan preciso. Esta vez sí se coreó el apellido de Karim.
Ese gol sirvió para rebajar tensión ambiental y Cristiano casi acierta un golpe franco, pero Guaita sacó una buena mano y después otra a cabezazo a bocajarro de Benzema. El meta valenciano firmó una de las mejores actuaciones de su carrera en el Bernabéu y quería repetir, pero el punta galo soltó un zurdazo ajustado en otra bola colgada al área que ningún azulón logró despejar. Partido terminado.
La BBC disfrutó
Con un rival tan endeble, descentrado y poco asentado, gozaba el equipo de Benítez al punto que quizá se vio su mejor primera parte de la campaña. Con 4-3-3 en ataque y 4-4-2 en defensa, como ya hacía con Ancelotti, el tridente blanco funcionó sin que se notaran sus carencias defensivas y el resto disfrutó. Gran parte de la culpa la tuvo James, aplicado en defensa y participativo en ataque, y que buscó asociarse con Cristiano y Bale, que fabricaron el tercero. Y antes del descanso el cuarto, ante un rival que ni siquiera mostró ímpetu. Permitió tener a sus rivales espacios en la transición y no mostró orden para frenar la salida de balón local. Benítez respiraba tranquilo al descanso por primera vez en varias semanas.
Se fue el sol y con él parte de la brillantez blanca. Entró el duelo en una fase monótona, ideal para que al inicio de la segunda parte regresasen los gritos de «Florentino dimisión», que esta vez fueron silenciados por las arengas de la grada joven blanca. Los goles habían aplacado la ganas de quejarse, pero el Getafe no es el Barcelona. Seguían ahí, en un segundo plano. Volvieron cuando el Getafe confirmó que se había presentado y marcó en un córner, defendido con apatía por la zaga blanca. Daba la sensación de que el Real Madrid se había vuelto a desenchufar, que la recta final le molestaba. Benítez retiró a Benzema, que se fue ovacionado por el mismo Bernabéu que le silbó antes de comenzar por sus asuntos extradeportivos. Quizá el 9 es el que más contento sale de un partido que apenas se recordará como el aplazamiento exprés del gran juicio blanco.
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