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Ignacio Tylko
Domingo, 22 de noviembre 2015, 18:22
Desestructurado, descoordinado, lento, sin chispa, sin fuelle, sin capacidad de reacción, indolente y hasta impotente. El Real Madrid completó ante el Barcelona una de las actuaciones más pobres que se le recuerdan y cosechó una derrota de esas que dejan secuelas, quizá irreversibles. Tanto Rafa ... Benítez, como sus jugadores y la junta directiva, liderada por Florentino Pérez, sufrieron una pesadilla en el Santiago Bernabéu y quedaron señalados. El rostro de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y reconocido madridista, mostraba mejor que ninguno el asombro de los fieles merengues congregados en su parroquia.
Benítez apostó por todos los galácticos, muy por debajo de su nivel, desubicados y sin sintonía con un técnico minucioso pero con poca ascendencia sobre un vestuario que añora el modelo más 'liberal' que profesa Carlo Ancelotti. Los casi 40 toques que dieron los azulgrana en la jugada del primer gol de Luis Suárez, con apenas 11 minutos de juego y el rival fresco; los rondos constantes, tan amplios que iban de un área a otra y vuelta a empezar; la pérdida de balón de Modric que preludió el segundo gol del Barça y las aventuras individuales de Cristiano o Gareht Bale, simbolizaron la debacle merengue.
Una imagen similar a la ofrecida en el primer tiempo del choque de Champions ante el PSG, en Chamartín, con la diferencia de que los galos perdonaron lo indecible, Keylor ese día lo paró todo, y el Madrid golpeó con el churro cocinado por Nacho.
Los resultados ya no abrigan a Benítez, un general al que hace caso omiso su ejército. Ni presión alta, ni repliegue intenso. Ni al ataque, ni a las trincheras. Líneas separadas y despliegue táctico a merced de un Barça imperial.
Ver a los dos laterales subiendo a la vez, a los centrales tirando mal la línea y a dos internacionales como Kroos y Modric tan perdidos que el joven Sergi Roberto les ganó la espalda una y otra vez, hizo inevitable acordarse en todo momento de Casemiro. El sostén brasileño fue el gran sacrificado de la tarde y, visto lo visto, el gran ganador a medio y largo plazo.
La ocupación de los espacios fue pésima. Tanto que resulta casi imposible descifrar a qué jugó el Madrid, con qué dibujo táctico. Quizá pretendía ser un 4-4-2 en defensa y un 4-2-4 o 4-3-3 en ataque pero, a la hora de la verdad, ni una cosa ni otra. Sin balón y con la obligación de correr para recuperarlo, los jugadores que alineó Benítez son una calamidad. En muchas fases, el Barça se recreó con sus jugadores andando y los adversarios parados, tiesos.
La BBC desafina
James Rodríguez mostró su carácter ganador con un disparo en el arranque de la segunda mitad que obligó a lucirse a Claudio Bravo, pero su ubicación fue extrañísima. Ni extremo, ni volante. Ni superaba a Jordi Alba, ni encaraba, ni replegaba cuando el lateral subía. Bale, objeto de las iras de una afición harta, deambuló como mediapunta. Sin continuidad, sin mostrarse y sin ayudar a Benzema, perdido como antaño.
Imposible creer a estar alturas que el francés errante, el de los líos extradeportivos y los problemas musculares, cumpla con los 25 goles que le ha exigido Benítez; un técnico incapaz de reaccionar desde el banquillo y de ofrecer alguna explicación convicente en sus comparecencias ante los periodistas. Cristiano se desespera porque él mismo sabe que no está bien. Pese a renunciar a ir con su selección para preparar con mimo el clásico, ni percutió, ni metió miedo, ni supo definir en el mano a mano que le ganó Bravo. No es ni la sombra de un triple Balón de Oro.
La BBC desafinó como nunca. El Madrid se partió de principio a fín. Intentó presionar arriba en el inicio de cada período, pero murió en el intento. Jugó en inferioridad en todas las zonas del campo. Sus hombres siempre llegaron tarde. Por eso se produjeron varias entradas a destiempo, alguna alevosa como el pisotón de Bale a Jordi Alba en el primer acto. Y esa patada fuera de lugar de Isco a Neymar resumió el clásico.
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