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Rodrigo Errasti Mendiguren
Domingo, 22 de marzo 2015, 23:53
El fútbol es quizá el único deporte en el que puedes ganar siendo peor. Algo extraño, pero emocionante. Eso sucedió en algunas fases del encuentro. Los análisis previos quedaron sepultados al arrancar el partido, que tuvo un gran ritmo con un Barcelona entusiasmado ante un ... Real Madrid que no se achicó: líneas juntas con cuatro en medio, defensa adelantada y presión. Sí, porque Bale replegaba en el inicio pero también tocaba y salía rápido buscando a Alba. No era la banda por la que podía generar más peligro el equipo blanco, aunque su primera ocasión llegó ahí. porque Benzema, el delantero asistente, le dio un balón de gol llovido a Cristiano que el luso mandó al larguero. El francés buscó la zona en la que Alves, al que el asunto pareció quedarle grande, y le siguieron el resto de sus compañeros. Se dieron cuenta que cuando Rakitic salía de su posición Marcelo entraba hasta la cocina. El croata era clave en las coberturas, pero no le daba el pulmón.
Desde esa zona Isco, más listo que Iniesta en un córner sacado en corto, asustó a Bravo. Ramos, que demuestra que su poderío por alto es en el área rival, bajó los decibelios a un Camp Nou que veía cómo su equipo estaba horrible en la salida del balón. Lo más lógico sería que ganara el Madrid, o que ya fuera por delante pero entonces Mathieu, que estaba ausente en el remate al palo de Cristiano, puso la cabeza para adelantar a los suyos. Messi puso medio gol, el francés se adelantó a Ramos y cabeceó desde cerca ante Casillas. El mal endémico del Madrid, la pelota parada con la que encajó un tanto de Bartra en la final de Mestalla. El 1-0 transmitió energía al central azulgrana, que vivió unos minutos mágicos siendo un valladar en defensa.
El Real Madrid estaba siendo superior y si está mal físicamente no se notó. Movía el balón con garbo, con un Modric que maneja los tiempos; domina la zona y deja a Isco más liberado para que brille. El empate llegó también de modo inesperado, justo después de que Neymar hubiese perdonado el 2-0 al mandar a las manos de Casillas un centro-chut de Luis Suarez. Parecía fuera de juego, pero no se pitó. Perdonó, como en la final de Copa en Mestalla. Y provocó una conducción tremenda de Modric, que vio el desmarque de Benzema, ese '9' que sólo chuta a gol si no hay más remedio. Karim recibió la bola, la pisó para que Cristiano entrando desde atrás a la carrera pusiera un justo empate. Por momentos, se descompuso el Barça y el Madrid tuvo el 1-2, pero Bravo sacó una buena mano en un latigazo de Cristiano y después en ese córner Bale perdonó la sentencia.
El gol parecía inminente pero el Barça fue capaz de alcanzar el descanso, que se antojaba un reto mayúsculo para Luis Enrique. Pese a que le estaban pasando por encima no cambió de futbolistas. Siguió sin tener el balón, sin morder, haciéndose más evidente la presencia de alguien como Xavi. El otro mago español en el césped, Iniesta, no estaba incómodo sin trascendencia. Pareció que mantuvo su idea de correr, optar por su plan alternativo mejorado esta temporada. Los miembros del tridente azulgrana son muy buenos, poco sacrificados en defensa lo que provoca que domine menos los partidos. Y en una de esas carreras, sin que el centro del campo interviniese, llegó el 2-1. Un pelotazo de Alves pilló a la zaga blanca despistada, con Ramos habilitando la posición, Luis Suárez hizo un control orientado soberbio que permitió liderar al Barcelona cuando estaba sufriendo. El fútbol directo, otrora despreciado en el Camp Nou, también da goles si tienes arriba dinamita.
Ahí la cosa cambió. Con la pelota, el Madrid dominó el partido pero sin ella, la cosa se abría algo más. Empezaron a llegar las ocasiones locales mientras el duelo entró la dinámica de las faltas y protestas, ayudado por el errático criterio de Mateu que empezó a hacer un gran esfuerzo por no expulsar a nadie. Con espacios, el Barcelona estuvo cómodo. Neymar tuvo la sentencia en otro balón largo a la espalda de la zaga blanca, alocada, pero fue demasiado individualista. En una golpeó alto, en otra se pasó de regates cegado por un bosque de piernas y en la tercera se cegó de balón. Messi, que le había regalado la última, había aparecido con un chut desde la media luna clásico pero que se fue junto al palo.
El Barcelona creció a medida que se le acabó la gasolina al Real Madrid pero no aprovechó sus opciones. Luis Enrique buscó cerrar el duelo, dejar de que fuese tan vertiginoso tras ver cómo Bravo frenaba a Benzema. Metió a Busquets y Xavi por Rakitic e Iniesta, en un tono realmente gris para ayudar un poco a Mascherano, Piqué y Mathieu, impecables. Ancelotti se la jugó con Jesé. Neymar, que seguía ofuscado, se fue a la caseta dejando su sitio a Rafinha. Tuvo Alba la sentencia pero Casillas mantuvo la emoción hasta el final. El Madrid gana confianza, pero se descuelga de la Liga. Extraño, pero así es el fútbol.
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