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P. RÍOS
Lunes, 27 de octubre 2014, 01:23
La demostración de que el Barça tocó fondo al término de la pasada temporada, tanto a nivel de resultados como de juego colectivo o esfuerzo individual, no se ha dramatizado en exceso por la derrota en el clásico ante el Real Madrid. Sin duda, Luis Enrique tiene el permiso para equivocarse que se le negó al Tata Martino. No es que el asturiano cree un consenso en el entorno como el que se ganó Pep Guardiola y heredó Tito Vilanova. Tiene enemigos esperándole, en casa y fuera, pero el síntoma, para bien o para mal, es que se acepta que el equipo está todavía en proceso de renovación.
Luis Enrique creó dudas desde una hora antes del encuentro, cuando comunicó un once inicial con Xavi, Busquets e Iniesta. La media que no tuvo fuelle para ganar la última Liga y que sucumbió físicamente en el Mundial de Brasil volvía a reunirse en detrimento de Rakitic, uno de los fichajes veraniegos que quizás no tiene el manejo de balón de los citados, pero que aporta una intensidad y una velocidad de la que carecen los tres internacionales. Al entrenador azulgrana le tembló el pulso para jugar ante el Madrid de una forma distinta a la de los últimos años. Seguramente pensó que así se ganó 3-4 en Liga en el Bernabéu en la pasada campaña.
Busquets todavía dio la cara durante una hora, pero Xavi e Iniesta juegan a veces otro fútbol que ya no es competitivo ante rivales con potencia y calidad. Hace tiempo que se perciben esas señales, pero el cartel de 'intocables' que adquirieron por su años de excelencia impidieron una crítica y una autocrítica necesarias. Uno de los debates tácticos en el Barça es que para Luis Enrique los centrocampistas no son tan importantes en un fútbol más directo. Son un arma, no la esencia del juego. El problema es que es imposible volver a jugar como el Barça de Guardiola porque nadie tendrá la edad y el vigor de entonces. Ahora toca otra cosa y hay que atreverse. Pero la evolución, que no revolución, está a medias y la sensación es que no se la cree ni Luis Enrique. El hecho de que el Barça haya perdido los dos únicos partidos de verdad que ha jugado (PSG y Real Madrid) no ayuda a respaldar el nuevo proyecto.
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