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Rodrigo Errasti Mendiguren
Sábado, 27 de septiembre 2014, 02:27
El Real Madrid se impuso en El Madrigal gracias a su tremenda pegada, que le sirvió para desnivelar un duelo de ida y vuelta en el que los madridistas tuvieron más acierto en sus remates. El Villarreal, al igual que sucediera en la visita del ... Barcelona al estadio castellonense, generó fútbol y ocasiones pero fue romo cuando el encuentro estaba igualado. El equipo de Ancelotti sacó adelante una exigente prueba, dejando la portería a cero pese los desajustes que hicieron posible que concediera 20 disparos ante el bloque de Marcelino, que puso fútbol y pasión pero olvidó añadir puntería a los ingredientes de su guión. Tiene mucho que mejorar, aunque transmite que sigue en proceso de evolución positiva en duelos competitivos.
Y es que el ritmo fue quizá el más alto de todos los duelos celebrados hasta el momento en Liga. Los aficionados del United que alquilaron una avioneta para pedir el regreso de Cristiano a Old Trafford (con el lema Come Home Ronaldo - United Reel) no eligieron un buen día para amortizar su inversión. Apenas tuvieron cuota de pantalla televisiva porque todo lo que sucedía en el césped era interesante. En el primer minuto los locales ya habían generado dos córners consecutivos por el lado Carvajal, superado toda la tarde ante la ausencia de ayudas de un Bale que mostró su versión menos sacrificada e individualista.
Antes del primer cuarto de hora ya hubo dos despejes de Casillas, que regresó a la portería concentrado y seguro. Uno con los puños a remate de Uche y otro con el pie en una llegada de Mario, que también encontró una autopista a la espalda de Marcelo. Entre medias hubo un gol anulado a Ramos por mano previa, dos disparos lejanos de Kross y James y un par de cortes providenciales de Varane ante Uche. Cani pisaba área aprovechando que James no ayudaba en defensa a Marcelo. El duelo era un toma y daca, con mayor protagonismo de un Villarreal que aprovechaba que las bandas eran autopistas ya que los extremos visitantes no ayudaban absolutamente nada. El Real Madrid estaba partido, eran dos líneas de cuatro entre las que Modric navegaba tratando de poner equilibrio.
Ida y vuelta
No había pausa, apenas existían transiciones entre dos equipos cómodos buscando la meta rival sin dudar. Vietto se quedó sólo ante Casillas pero le pegó desviado alto al sentir el brazo de Ramos, segundos antes de que Asenjo se viese obligado a salir rápido fuera del área y alejar el peligro con el pie. Menos ritmo ayudaría a los blancos, que no tenía dominio del balón y cometía errores en la triangulación. Marcelino optó porque su equipo esperara en campo propio, con su clásico 4-4-2. Sin presión pero sin encerrarse. El Villarreal estaba cómodo robando balones, aprovechando que los velocistas del Real Madrid no seguían las jugadas por banda para evitar las llegadas de los laterales, como Mario, que obligó desde lejos a Casillas. Varane y Ramos tenían que salir al corte para ayudar a Carvajal y Marcelo, ajetreados ante el nulo trabajo defensivo de Bale y Cristiano. Quizá este Real Madrid no tiene orden pero si mucha pegada. Un golpe técnico es suficiente. Primer disparo entre los tres palos, gol de Modric. Y fue desde lejos, como todos los que ha hecho en el Real Madrid el croata, mejor cortando y ayudando que generando.
Era demasiado castigo para el Villarreal, que siguió igual. Vietto tuvo otra, pero remató fuera de nuevo. Y casi en la acción consecutiva, otro golpe blanco. De una indecisión local generó un contragolpe que terminó con el 0-2. Benzema esprintó por una pelota larga de James, superó a Víctor Ruiz tras un gran control y regate esperando para dejarla medida atrás para que Cristiano completara su carrera con un golpeo de interior. Otra vez, cuando más apretaba el Villarreal, gol del Madrid. El 0-2 tranquilizó a Ancelotti, que veía que su zaga sigue siendo endeble, por mucho que varíen los hombres, en este arranque liguero.
Casillas despejó con dudas un disparo lejano y después Marcelo cortó de modo acrobático un zurdazo de Moi. Marcelino, segundos antes del descanso estaba con la cabeza entre las manos, incrédulo con lo que estaba sucediendo. Más tiros, más llegadas, menos faltas. pero dos goles por debajo. Vietto, que a ratos recordaba al mejor Giuseppe Rossi con su juego entre líneas, mostraba virtudes en el desmarque y fallos en la finalización. Gabriel y Mario tuvieron el 1-2 pero la mandaron lejos de los palos.
La pausa de Illarra
El juego amarillo era brillante y su definición horrible. Marcelino completó sus tres cambios en apenas lo que dura el himno del Villarreal, apostando por los hermanos Dos Santos y Espinosa. El Real Madrid necesitaba mayor equilibrio en el centro del campo, alguien que ayudara a Modric a completar unos necesarios apoyos a la zaga, sobre todo teniendo en cuenta que Ramos tenía ya una amarilla desde el primer periodo. Kross pone voluntad en defensa, pero su binomio con el croata aún genera muchas dudas.
El Madrid sigue con la misma tónica que en los últimos partidos: cuenta con mucha pegada arriba pero no tiene control de los partidos y le acaban llegando demasiado. La derrota en Anoeta no se olvida tan fácilmente. Illarra apareció en el campo por un James que sigue creciendo para enfriar el partido, evitar esa peligrosa dinámica de equipo roto que no controla los duelos. Detectó Ancelotti que el Villarreal había encontrado una fuga en la zona de Marcelo y tiró del versátil Nacho.
La pausa del vasco, al que le faltan minutos para tener confianza, unida a la lesión de Mussachio que dejó a su equipo con diez, ayudó a que el Villarreal, cansado e incapaz de mantener el ritmo de la primera mitad, bajara el diapasón. Gracias a ello, el duelo finalizó con un 0-2 engañoso, si bien refleja que la puntería se paga con dinero y con puntos. El Villarreal tiene que practicar los remates y el Real Madrid debe seguir trabajando para ofrecer más garantías en defensa ante rivales que tengan tanta pólvora como él.
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