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Ramos celebra su gol.
La pradera de San Sergio
Fútbol

La pradera de San Sergio

Los aficionados madridistas se aferraron a Casillas, que falló, pero elevaron a los altares a Ramos, el último ídolo de la parroquia blanca.

Luismi Cámara

Sábado, 24 de mayo 2014, 23:49

Madridistas, atléticos. Merengues, colchoneros. Vikingos, indios. Vencedores y vencidos. Lágrimas de felicidad, desconsuelo irrefrenable. Extasiados y orgullosos.

Es el Real Madrid el que presume en su himno de que es «enemigo en la contienda, cuando pierde da la mano sin envidias ni rencores, como bueno ... y fiel hermano», pero fueron los aficionados colchoneros los que dieron otra vez un ejemplo de nobleza, de cómo abrazar a sus jugadores y convertirlos en gigantes con su hálito constante. En los pequeños momentos y en los más grandes. Y el de Lisboa era de los enormes, el derbi más histórico. Porque los de la ribera del Manzanares cerraron con un despertar brusco y con cierta injusticia de un sueño que, sin embargo, deja un espíritu henchido, una realidad triunfadora y un nuevo futuro de equipo grande en Europa aferrado a un carácter de unos hombres que, como dice el canto escrito por José Aguilar Granados y Ángel Curras García, ése que cantaron todos los rojiblancos aún cuando iban 4-1 abajo, «luchan como hermanos defendiendo su colores, en un juego noble y sano derrochando coraje y corazón».

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