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benito urraburu
Sábado, 25 de julio 2015, 01:33
Nairo Quintana ha vuelto a anunciar el futuro y lo ha hecho en Alpe dHuez. ¡Qué mejor lugar para hacerlo!, como ya hizo aquí mismo hace dos años, cuando terminó segundo en el Tour de 2013, que ganó, como en el de este año, Chris ... Froome, en una etapa en la que se impuso el francés Thibaut Pinot.
Dos años después seguimos diciendo lo mismo: el futuro del ciclismo mundial, o una buena parte de él, hablando de carreras por etapas, pasa por las piernas del corredor de Movistar. Pero Nairo no ha ganado, a pesar de ser el mejor escalador del Tour y probablemente, el mejor escalador del mundo, en una carrera que tenía seis llegadas en alto.
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Lo intentó hasta la saciedad, desde que se movió en La Croix de Fer. Primero lo hizo Alejandro Valverde y luego él. Era una apuesta arriesgada la de Movistar, que intentaba atacar de lejos, jugársela en la ruleta del triunfo, como dos trapecistas sin red. Valverde llegó a tener 33 segundos de ventaja sobre el grupo en el que estaba Froome, que terminó por quedarse solo. Su último compañero en esa subida fue Porte. Luego llegaría el ataque de Nibali
Froome estaba solo y Quintana y Valverde iban por delante. ¿Qué hizo el maillot amarillo? ¡Atacar bajando! Se la jugó, arriesgó, demostrando que ese color no es un pintura que se pueda rasgar frente a cualquier arañazo. Todo volvería a recomponerse en esa larga bajada que nos llevaría primero a Bourg d Oisans y luego hasta Alpe dHuez.
A Froome se le cambió el color de su cara cuando aparecieron Thomas, Porte y Poels a su lado. Con ellos, sobre todo con los dos últimos, haría toda la ascensión final. Y Nairo volvió a atacar. Lo hizo en cuatro ocasiones. Y en una de ellas abrió hueco. Y ahí volvimos a tener una muestra de lo que es sacar segundos de diferencia en una subida. Valverde encendió de nuevo la mecha. No había marcha atrás. Cogió Nairo la rueda de su compatriota y compañero de equipo, Winer Anacona, que tiró de él hasta que pudo.
Por cierto, a Anacona le iban a poner de nombre Winnen, como Peter Winnen, aquel holandés pecoso que ganó en dos ocasiones en esta montaña, pero se equivocaron en el registro y sustituyeron la n por una r. Quintana volaba en una lucha contra el tiempo que no iba a ganar. Poels y Porte le pusieron un ritmo a Froome para que sufriese lo mínimo posible. Le iban pasando información del tiempo que perdía. Hubo un momento en el que Quintana tuvo que respirar.
Habían sido muchos ataques, mucho desgaste. Volvió a recuperar ritmo, esa pedalada demoledora, cuando la puede poner en marcha, que hace las diferencias. En la meta sacaba 1:20 a Froome, que ganaba el Tour con 1:12 de diferencia. En la segunda etapa de la carrera, en la localidad holandesa de Zelande, Quintana y Valverde, entre otros, perdieron 1:28. Es un simple dato, pero se puede decir que allí se dejaron buena parte des sus aspiraciones.
Falta de escaladores
Valverde, por una vez, tuvo suerte, y se encontró con un pinchazo de Nibali que le permitió ir más cómodo. Conseguía el tercer puesto, seguido de Nibali y Contador.
¿Qué ha pasado para que Nairo Quintana no gane el Tour? Lo más sencillo y lógico es pensar que le costó entrar en la carrera y para cuando lo hizo tenía en contra una diferencia de tiempo significativa, en la que influyó también la mala suerte. Y no sólo no logró recuperarlo, sino que perdió más en la Pierre-Saint-Martín.
Porque en las dos únicas subidas en las que ha conseguido distanciar a Froome han sido alpinas, en La Toussuire, medio minuto, y este sábado en Alpe DHuez, donde vimo a un escalador ágil, que cuando ataca hace la diferencia, que no se quedó a una distancia que le permitiese al líder tenerle a la vista y controlar los segundos que le sacaba y los watios a los que va.
Hemos asistido hasta el penúltimo día, el último de verdad, a un Tour desolador en cuanto a escaladores, que no tiene nada que ver con la intensidad que ha habido en la prueba. Froome ha ganado porque ha sido el más fuerte. Eso es algo que no admite dudas.
Y también lo ha hecho porque desde el primer día, en la contrreloj de Utrech, donde le sacó 11 segundos a Nairo, no ha cometido errores. Primero él y luego su equipo que le dejó de líder antes de los Pirineos .
Y esa ha sido la constante del Tour, un goteo de pérdida de segundos, una hemorragia que en Movistar no han podido cerrar de forma definitiva. Para Froome, Alpe DHuez no era una llegada cómoda.
El subconsciente trabaja de una forma importante, decisiva, en una persona. Entre decenas de miles de aficionados situados en las veintiún curvas que conducen a Alpe DHuez, los ciclistas no oyen ni su respiración.
Lo que sí sienten es su alma, su corazón, que late de una forma desmesurada. Y en el caso de Chris Froome, no olvidó que en la última ocasión en la que se subió Alpe DHuez, en 2013, estando de amarillo, cometió un error de principiante: levantar la mano para avisar de que algo le pasaba. Y lo que le pasaba es que su cuerpo se estaba metiendo en una zona peligrosa y necesiataba azúcar.
No se le ocurrió otra cosa que contárselo al mundo entero vía televisión y a los corredores que estaban más próximos a él, en directo. Richie Porte fue entonces su hada madrina. Él australiano bajó hasta el coche para subirle unos geles donde él estaba. Ha mejorado desde entonces, aunque sigue siendo un líder con ciertas carencias, en las bajadas sobre todo. Es nervioso y en situaciones límites ha aprendido a controlar sus pérdidas de tiempo sin volverse loco y a revolucionar su cuerpo sin llevarlo al límite.
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