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Benito Urraburu
Sábado, 5 de julio 2014, 14:23
Los sueños de Mark Cavendish quedaron rotos en mil pedazos en el suelo de Harrogate, la localidad inglesa en la que pasaba sus veranos cuando era niño y donde vivía su madre, que estaba esperándole en la meta.
La calle Parliament Street resultó fatal para ... él, un lugar conocido, una calle por la que ha pasado muchas veces y una llegada que había repetido mentalmente en cientos de ocasiones. Simon Gerrans frenó, Cavendish trató de alejarse. Empujó a Gerrans y éste le devolvió el empujón. Así explicaba el corredor inglés su percance.
La espera resultó dura para una madre que vio llegar a su hijo cogiéndose la clavícula derecha después de una caída sufrida en el repecho que conducía a una llegada en la que Marcel Kittel pudo con Peter Sagan. Cavendish tiene una luxación de hombro y hoy decidirá si sigue en carrera.
Cavendish no será el primer primer británico que se vista de amarillo en su país. Tampoco podrá acercarse a Bernard Hinault, que tiene 28 triunfos de etapa en el Tour. Él se queda en 25, de momento. Su única alegría es que no se rompió la clavícula y podrá seguir en carrera.
Además de su madre, el príncipe William y el primer ministro David Cameron también esperaban felicitar a Cavendish, que en cuanto cruzó la línea de meta se fue directamente al hospital en vez de al podio que parecía destinado para él en Harrogate, la ciudad termal más importante de Inglaterra.
A 300 metros de la meta estuvo a punto de truncarse su destino en este Tour. Su rostro reflejaba el dolor físico y también el desastre interior que sintió. Sabía perfectamente que la carrera había estado a punto de terminarse para él.
Cavendish, que nunca se ha vestido de amarillo en el Tour, ya se quedó si esa preciada prenda el año pasado, en Bastia, donde el problema que surgió con el autobús del Orica hizo que se diesen órdenes contradictorias desde los coches de equipo y eso desequilibró una llegada en la que ganó Marcel Kittel, que también se puso de líder. El alemán es el ciclista más pesado del Tour, un tanque de 86 kilos de peso, por 82, por ejemplo, de su compatriota André Greipel. Kittel mide 1,89, por 1,75 de Cavendish. Son dos estructuras físicas muy diferentes a la hora de afrontar una llegada. El británico está en los ¡70 kilos! de peso.
Lo que más llamó la atención en la victoria de Kittel es que fue capaz de pasar el repecho en el que Cavendish se vio obligado a pegarse a Simon Gerrans ante la impotencia que sintió al ver que no podía remontar a los corredores que llevaba delante. Esa impotencia pudo originar un desastre si llega a implicar a más ciclistas.
Con un pelotón que circuló en los últimos veinte kilómetros de forma anodina, que se animó un poco más a 4,3 kilómetros de la meta cuando el Omega cogió la cabeza del grupo. Luego, a falta de 1,7 kilómetros llegaría a posiciones delanteras el Giant. Fue el ataque de Fabián Cancellara en el último kilómetro el que desencadenó la vorágine de unos metros que podían haber dejado al Tour sin una de sus figuras.
Kittel, la regularidad
Nos quedaremos sin saber qué es lo que habría pasado en una llegada abierta entre Kittel y Cavendish. Los sueños del segundo se cercenaron en el asfalto de su país, frente a miles de personas, tanto en el inicio y en la llegada como en la carretera. Quizá fue la salida del Tour que más gentío ha reunido en los últimos años.
No está siendo el año de los británicos en las grandes vueltas. Daniel Martin se cayó en Belfast y tuvo que dejar el Giro. Lo mismo ha estado a punto de sucederle a Cavendish, que al menos, aunque dolorido, podrá seguir en la prueba. Para Kittel el horizonte queda despejado. A los cuatro triunfos conseguidos el año pasado suma, de momento, el logrado este sábado.
Junto a la caída y al triunfo de Kittel, lo más significativo es que no se ha producido un duelo directo entre Kittel y Cavendish en 2014, como tampoco lo ha habido entre Kittel y Greipel o entre Kittel y el francés Démare.
En los quince sprints masivos que ha habido esta temporada, Kittel es el que más triunfos ha conseguido, con cinco, seguido de Greipel, con cuatro y de Cavendish, con dos. Un Cavendish que tuvo que buscar carreras alternativas como la Vuelta a Turquía o la Vuelta a California para darle la vuelta a un inicio de temporada problemático.
Tres años separan a Kittel de Cavendish, que ya la temporada pasada, en el Tour, le dejó en dos victorias. Por si eso fuera poco, en las cuatro veces que se ha enfrentado a Sagan, Kittel ha ganado las cuatro; en las dos ocasiones que lo ha hecho Degenkolb, ha ganado las dos y en la única vez que ha coincido con Kristoff, le ganó. Unos números que ayer aumentaron.
Ni la llegada de Renshaw, ni el tener a un equipo a su disposición le sirvieron ayer de nada a Cavendish, que sufrió un golpe duro ante miles de aficionados ingleses. Todo el trabajo que había hecho el Omega en el túnel del viento en California se ha quedado en nada. Todo el grupo de corredores que trabajan para el británico en el Tour estuvo en el citado túnel en EE UU.
Cavendish, que llevaba nueve victorias esta temporada, acabó quinto en la Milán-San Remo y se puso enfermo en la Gante-Wevelgem, lo que le privó de correr los Tres Días de La Panne. Por eso se fue a Turquía. Su temporada ha podido quedarse en nada a la espera de las secuelas que le puedan dejar esta caída. Ha sido un corredor que nunca ha tenido miedo, pero necesitará estar más arropado que nunca para poder ganar.
La etapa tuvo como gran protagonista a otro alemán, Jens Voigt, que estuvo 137 kilómetros escapado. Hace dos años se despidió, por carta, de la afición vasca. A los 42 años continúa en activo y lo hace fiel a su forma de interpretar el ciclismo: atacando.
Sabía que no podía ganar la etapa pero buscó por medio de una escapada los puntos que podían otorgarle el maillot de la montaña y los consiguió. Con diecisiete participaciones en el Tour, igualó al estadounidense George Hincapié y subió de nuevo al podio.
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