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Miguel Lorenci
Lunes, 5 de octubre 2015, 12:36
«De repente fue como si mi vida se estrechara. Escaseaban las ideas, una especie de paisaje desértico se me extendía por dentro, en la cabeza». Henning Mankell (Estocolmo, 1948) confesaba hace casi dos años que padecía un cáncer «grave». El escritor sueco, consagrado en ... la novela negra con su serie del inspector Wallander, superó el golpe y la depresión inicial y anunció que relataría la evolución de su enfermedad. El resultado es 'Arenas movedizas' (Tusquets).
Es una historia blanca y descarnada, nada morbosa, tan personal como emotiva y atípica, que parte de una vieja pesadilla de Mankell: el pavor a hundirse en unas arenas movedizas capaces de devorarte sin piedad. Era un lejano y aterrador recuerdo emergido de un relato de infancia que daba cuenta del infortunio de un expedicionario que, uniformado y con rifle, moriría atrapado en un banco de arenas movedizas, «en un agujero humano que comía carne».
Mankell sintió el mismo pavor cuando supo que tenia cáncer. «Me afectó igual que la primera vez», confiesa. Pero no se resignó en ningún momento. «Ni me vi tan desesperado como para echarme a llorar ni grité de angustia» explica. Leyó obsesivamente sobre arenas movedizas y descubrió que las terribles historias que repiten narraciones y películas «son una invención». Leer y escribir fueron así las armas de «una lucha silenciosa para sobrevivir a las arenas movedizas». «Al final logré trepar como pude y empecé a enfrentarme a lo ocurrido. La idea de tumbarme a esperar a la muerte ya no existía», escribe.
Sus recuerdos permiten a Mankell articular las preguntas que se hizo al conocer el terrible diagnóstico. Las reflexiones sobre los episodios más importantes de su vida se revelaron como un medio para superar la fuerte depresión inicial. Cuestiones recurrentes sobre esencia del ser humano, sus temores y creencias, sus recursos para enfrentarse a la muerte y el alcance de su legado.
Humano
En su vital relato para dar esquinazo a la muerte se revela el Mankell más humano, que se desnuda sin desnudar su intimidad. Renuncia al orden cronológico y a una narración biográfica al uso. No habla de sus amoríos, ni de la madre que lo abandonó o de sus éxitos y decepciones como director teatral y escritor.
En su particular caleidoscopio de la memoria evoca Mankell el día fatídico en el que al salir de la escuela vio morir a una niña atrapada en el hielo, otra de sus fobias, o la trágica muerte de un niño que presenciaría muchos años después: un poste segó la cabeza del crío instantes después de que le saludara desde la ventanilla del autobús en el que viajaba. También recuerda una visita al Museo Británico, una lectura sobre la Isla de Pascua, sus visitas a Salamanca, a Mantua, Buenos Aires, a Malta y a las ruinas de Hagar Qim.
Indaga en la verdadera naturaleza de las arenas movedizas y del hielo, en el poder del azar que ha conducido su vida y la de todos. «Nos rodea una niebla, o más bien un oscuridad compacta, miremos hacia donde miremos. Podemos dirigir el pensamiento en todas direcciones, pero las respuesta que conseguimos no valen mucho» asegura.
Mankell decidió escribir «desde la perspectiva de la vida, no de la muerte» según avanzó en el Göteborgs-Posten, el periódico de Gotemburgo en el que reveló la gravedad del cáncer que le detectaron en Estocolmo en enero de 2014, al tratarle lo que parecía una hernia discal. Días antes había sufrido un grave accidente de tráfico y lo que suponía una tortícolis se reveló como un tumor en el cuello. En el pulmón le detectaron otro tumor de tres centímetros.
Hijo de un juez, la madre de Mankell abandonó el hogar familiar cuando él era un niño. El futuro escritor se crió con su abuelo pianista en el sur de Suecia. Huyó de casa con 16 años y se buscó la vida en París como ayudante de un luthier. Seducido por el teatro, con 20 años escribió su primer drama, "Feria popular", que logró estrenar con cierto éxito y fue el principio de su intensa dedicación al teatro.
La serie sobre el comisario Kurt Wallander, que comenzó en 1991 con "Asesinos sin rostro", le procuraría reconocimiento internacional como uno de los grande de la novela negra. Ambientada en Ystad, en el sur de Suecia, las peripecias del infeliz, solitario e inadaptado policía, inseguro, bebedor y con tendencia al sobrepeso, ha sido premiada en todo el mundo e inspirado películas y series de televisión, una de ellas protagonizada por el británico Kenneth Branagh.
Traducidas a casi medio centenar de idiomas, Tusquets ha publicado en España la serie completa, compuesta por, "Los perros de Riga", "La leona blanca", "El hombre sonriente", "La falsa pista", "La quinta mujer", "Pisando los talones", "Cortafuegos", "Antes de que hiele", "Huesos en el jardín", "El hombre inquieto" y "La pirámide". Pero Mankell se había dado a conocer como narrador dos décadas antes, cuando en 1973 publicó "El rompedor de rocas". Ha publicado más de veinte novelas al margen de la serie de Wallander y una docena de libros para niños.
Alternando siempre la literatura con el teatro, ha mantenido una intensa vinculación con los escenarios de su país y con los de Mozambique, donde desde 1973 pasa la mitad del año en su calidad de director artístico del Teatro Avenida de Maputo.
Mankell está casado con Eva Bergman, hija del gran cineasta y dramaturgo sueco Ingmar Bergman, y desde que hizo su primer viaje a África, hace más de cuatro décadas, reparte su tiempo entre su país y este continente en el que ha ambientado algunos de sus relatos.
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