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M.I.V.
Sábado, 17 de diciembre 2016, 21:53
Para el Conde de Romanones, Salustiano Olózaga «es el personaje político culminante de la primera mitad del siglo XIX, el héroe del romanticismo y del liberalismo progresista, el anti absolutista convencido; el enemigo acérrimo de los frailes, entusiasta de la libertad, respetuoso sólo del Derecho. ... Anglófilo, enemigo de la intransigencia religiosa, sufrió traiciones e ingratitudes sin cuento, aún de sus propios amigos o de la monarquía que defendió. Concebía el arte de gobernar y la política en general como una cuestión de prudencia, de tiempo y de circunstancia».
Animal político, amante de las letras y también de la buena vida, ejerció también Salustiano Olózaga como padre del liberalismo progresista que reinó en La Rioja durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta la Guerra Civil de 1936.
Nacido en Oyón el 8 de junio de 1805 de una familia acomodada y de ideología liberal, su infancia discurrió en Arnedo, donde su padre, Celestino, ejercía como médico. Allí aprendió sus primeras letras, que su progenitor le enseñaba con los artículos de la Constitución de 1812. Tuvo como profesor de latín al catedrático Marcelino Magro, refugiado en Arnedo, y en el convento de Vico ganó, con apenas 10 años, su primer concurso literario.
Estudiante de Filosofía en Zaragoza y en Madrid -y posteriormente Derecho-, con 15 años acaudilló una revuelta estudiantil y era habitual en encendidos debates y tertulias de la capital, donde pronto ocupó el rango de oficial de la Milicia Nacional. Huyó de España en 1823, tras la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, y en su combate sin tregua contra el absolutismo de Fernando VII y de la dinastía borbónica sufrió exilio varias veces, cárcel y hasta eludió la pena de muerte en más de una ocasión.
Excelente orador y de la Constitución de 1837, Olózaga ocupó altos cargos: gobernador civil de Madrid, diputado durante décadas (sobre todo por los distritos de Arnedo y de Logroño), preceptor de la reina Isabel II, presidente del Congreso de los Diputados, presidente del Consejo de Ministros, ministro de Estado o embajador.
Ingresó en la Real Academia de la Historia (1853) y 18 años después en la Real Academia Española. Entre sus libros destacan 'Historia política de Aragón', 'De la beneficencia en Inglaterra y en España', 'Estudios sobre elocuencia, política, jurisprudencia, historia y moral' y 'La mujer de Logroño, La riojana'.
Le sorprendió la muerte a Salustiano Olózaga el 26 de septiembre de 1873 en París, donde era embajador de España. Está enterrado en el Mausoleo Conjunto del madrileño Panteón de Hombres Ilustres, junto a Mendizábal, Argüelles y Calatrava, entre otros.
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