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DIEGO MARÍN A.
Domingo, 17 de julio 2016, 12:03
LAGUNA DE CAMEROS. «Este es el lugar más hospitalario en el que hemos estado», declaró el contrabajista de Las Balas Perdidas, Taisen Francisco, en el concierto inaugural del cuarto Cameros Blues Festival. Y lo cierto es que un año más, al margen de la innegable calidad de la música que se ofrece en el programa, lo mejor es el ambiente que se crea en Laguna de Cameros.
El festival crece, los espacios ya se abarrotan, el par de bares de la plaza del Arbolito no dan abasto y el boca a boca, más que el presupuesto, arrastra a que el público recorra el Camero Viejo para asistir a un evento que, quizá sin muchas pretensiones, se está convirtiendo, con su miniatura, en uno de los eventos musicales más grandes de La Rioja, si no lo es ya. Y lo es por actividades como 'El Blues de las Esferas', en la que una banda decide tocar a oscuras y el público se arranca a bailar 'lindy hop'. Y lo es porque ese mismo público, que acampa en el municipio para disfrutar a fondo del festival, acude al día siguiente, ayer, a las clases de baile para poder seguir danzando más y mejor durante lo que queda de festival. Un lujo.
Durante la jornada de ayer hubo tres conciertos, pero más actos, como una ruta guiada por los montes de los alrededores de Laguna, degustación de queso camerano y huevos fritos y la función de 'clown' de Violeta y Péndula (Raquel Gonzalo y Yolanda Francia), que hace unos meses ganaron el concurso de la Escuela de Payasos 'Los Hijos de Augusto'. Una gozada. Cerca de 300 personas, mayores y niños, riendo con estas dos payasas en la plaza de José de la Cámara y Moreno, fundador de las escuelas de Laguna. Así, hasta los niños disfrutan. Lo único malo es que el festival ha acabado convirtiéndose en la feroz competencia de las fiestas de Santa Marina y Santa Justa de Cabezón y Jalón, respectivamente, los pueblos vecinos.
La agenda musical de ayer sábado la abrió Tomaccos a la hora del vermú con un concierto de 'country', 'hillbilly', 'bluegrass' y 'swing', presentando su nuevo disco 'Easyhill, TN'. Lo más llamativo de la actuación es que su líder, Edward Mill, tocó una vieja ¡tabla de lavar! 'tuneada' para que emitiera sonidos musicales. Quizá es lo más extravagante que se ha visto en el blues nacional desde el barreño y el palo de fregona a modo de contrabajo de Paco Luis Martos (Guadalupe Plata), imitado de la portada del disco 'Willy and the poor boys' de la Creedence Clearwater Revival.
Por la tarde actuó Stupiditos, una banda riojana de tributo a Dr. Feelgood. Ricardo Santamaría, Jesús Arribas, Álvaro Vitoria y Eduardo Romay ofrecieron un repertorio de una veintena de temas de la legendaria banda británica, como 'Route 66', ''Roxette'', 'Boom boom', 'Walking the dog' y 'Stupidity', que da nombre al grupo. El suyo fue un directo intenso, a ritmo frenético, por momentos agresivo, pero los niños presentes, haciendo gala de la inocencia que les caracteriza, bailaron las canciones ajenos a la rabia, dejándose llevar por el 'rhythm&blues'. Los cuatro músicos tocaron trajeados, hasta con corbata, como en una boda de los 70, excepto Vitoria, lo que sumó más mérito por el calor. Santamaría se mezcló con el público para hacer sonar la armónica y contagió su pasión por Dr. Feelgood a base de interpretaciones de gran concentración, como el primero del bis: 'Mad man blues'; que hizo hasta que los perros movieran el rabo.
Después actuó Robert Smith acompañado de la Tonky Blues Band, en su tercer año consecutivo tocando en el festival. Smith apenas se movió del taburete en el que se presentó ante el público y ofreció un directo más sosegado, de blues clásico, de nuevo con la armónica como protagonista. El público estaba animado, pero no bailó mucho. De noche llegó la dureza con el rock de Son of Dave y Last Fair Deal.
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