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J.S.
Martes, 29 de diciembre 2015, 21:26
Si se le pregunta por su filosofía, José Antonio Olarte, sin dudarlo, responde: «El trabajo honesto». Antes que el fuego, que la arena, el barro y la piedra, antes incluso que el hierro, la madera y los pigmentos que convoca con gran energía pero ... también con sutileza, antes que todo está la coherencia con su cultura del trabajo y su deseo de expresarse a través de esos materiales.
«Hay un interés de reconciliación del hombre con sus orígenes y con su entorno cotidiano, con las cosas bien hechas y con la búsqueda del orden en su personal visión del mundo -señala el profesor Juan J. Pascual-. Pero esta reconciliación no es gratuita para Olarte. Por un lado conlleva reflexión, indagación, estudio, esfuerzo para extraer aquellos rasgos definitorios que expresen sus ideas. Por otro lado, le interesa cómo resolverlas técnica y plásticamente. En este sentido, el constante análisis que de su temática hace, le lleva a depurarla al máximo, a eliminar lo accesorio, los adornos, lo superfluo; a ofrecer lo esencial, forjando una poética de su obra con un lenguaje sintético, geométrico, sobrio en el color, equilibrado, bellísimo».
En palabras del propio artista, «tiene que haber algo más que simple estética»: «El arte por el arte también está bien -opina Olarte-, también puede transmitir belleza y energía. Pero yo prefiero aportar algún sentido dentro del sentido de la abstracción. El arte no puede sustentarse en una estética banal. Debe ser transgresor y cuestionar el lenguaje con sus propias formas».
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