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D. MENOR
Miércoles, 4 de noviembre 2015, 13:21
«Si no somos capaces de custodiar el dinero, que es algo que se ve, ¿cómo vamos a ser capaces de custodiar las almas de los fieles, que no se ven?». Esta frase del papa Francisco, pronunciada durante una reunión celebrada el 3 julio de ... 2013 con varios cardenales responsables del patrimonio de la Santa Sede, forma parte de los documentos confidenciales que el sacerdote riojano Lucio Vallejo Balda y Francesca Chaouqui habrían filtrado a dos periodistas italianos. Los informes desvelan el malestar que vivió el Pontífice al ser consciente del pozo negro en que se habían convertido las finanzas vaticanas. «Los costes están fuera de control», se habría quejado el Papa entonces, denunciando la necesidad imperiosa de poner fin al «derroche de dinero». «Debemos arrojar luz sobre las finanzas vaticanas y hacerlas transparentes», pidió Francisco a sus colaboradores.
Uno de los libros que supuestamente contienen estas filtraciones ('Via Crucis', escrito por Gianluigi Nuzzi) denuncia el uso indebido que la Santa Sede estaría haciendo del dinero que recauda gracias al Óbolo de San Pedro, pues se usaría para «tapar agujeros» en las cuentas de sus diversos organismos. En teoría, esos fondos que los fieles entregan deben sufragar las obras de caridad del Papa dirigidas a los más desfavorecidos y otro de sus destinos es ayudar a cubrir las necesidades de la Iglesia en diversos países. En 2013 se recogieron 78 millones de dólares con el Óbolo de San Pedro, 12 más que en el ejercicio anterior. También desvela uno de los libros que llegarán a las librerías esta semana las tiranteces entre los cardenales para dirimir quién tiene la última palabra en los asuntos económicos: a un lado estaría el prelado Pietro Parolin, secretario de Estado, y en el otro lado de la bancada se sentaría el purpurado George Pell, prefecto de la Secretaría para la Economía.
Otro de los asuntos destapados en las filtraciones que están a punto de salir a la luz se refiere al agujero económico por valor de 800 millones de dólares que arrastraría la Santa Sede en su fondo de pensiones.
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