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Miguel Martínez Nafarrate
Viernes, 30 de octubre 2015, 12:25
Es raro que en una peli americana no salga un Mac en una oficina. Es igualmente extraño que en una celebración francesa falte una botella de vino. Si a Bond, James Bond, le gusta mezclado y no agitado es un cañón para los fabricantes de ... Martini y los del vodka. Arguiñano lo tenía claro desde hace muchos años. "¿Un pelotari japonés?", dijo a la pregunta traviesa. "¿Dónde hay que firmar?", respondió.
Parece que en La Rioja da miedo salir fuera y vender nuestro producto estrella. El otro día había una feria en Nairobi y allí estaban ubicadas un par de bodegas riojanas. No pasa nada. Hay que estar colocado porque Kenia es maquinaria motriz en el el continente africano. Lo de la cultura del vino, como todo, se aprende. Acaso no haga falta haber coincidido en la vida con Napoleón para hablar de él, saber de él o ser un erudito a través de los libros o la wiki, a fin de cuentas nunca la información ha estado tan a mano.
El debate de la mañana relacionado con el sector de las bebidas a ambos lados del Atlántico puso de relieve que tanto España como los productores homólogos del otro lado del charco tienen las mismas preguntas, las mismas aspiraciones y se rigen también por los mismos miedos. Podría hacerse una crónica doble de lo que se dijo. ¿La botella medio llena? Pues genial, somos la pera y esto va viento en popa. ¿La botella medio vacía? Quedan asuntos pendientes por resolver. No somos infalibles.
La palabra innovación ocupó buena parte de la charla con José Miguel Munilla (Ramondín), Walter Bressia (Bodegas argentinas), Jorge Iván Orozco (Licorerias de Caldas) y la visión institucional de Íñigo Nagore (consejero de Agricultura de La Rioja). En esa barrica en la que nadan palabras como innovación, internacionalización, diversidad medioambiental, responsabilidad social, generación del conocimiento, calidad, ISO, márketing existe una realidad muy clara. ¿Pero vendes o no vendes? ¿Nos acomplejamos de lo que tenemos o no? Si una gheisa sirve con decoro y exquisitez el té, no estaría de más que hiciera lo propio con un Rioja, con un ron calense o un malbec de Mendoza.
José Miguel Munilla fue muy directo: "Somos rehenes de nuestras creencias. Las mismas que nos han hecho ser buenos en un determinado momento. Nos da miedo cambiar y eso está dentro de las personas. Acaso haya que abrir las mentes para arriesgar. Si no salimos fuera es porque nos encontramos demasiado cómodos en nuestra zona de confort. Y no. La crisis ha puesto de relieve que es una obligación crecer y exportar. El mercado interior ha caído".
Nagore también hizo autocrítica. "Fallamos en las ventas. No usamos todos los canales on-line, nos falta exportar mejor el enoturismo. Hay zonas limítrofes que nos llevan mucha delantera en este sentido, pero tenemos los instrumentos", declaró.
En Argentina, Walter Bressia cada uno hacía la guerra por su cuenta hasta que se pararon, pensaron y actuaron. El resultado es una identidad común y así les va. En cohete. Recientemente se plantaron en una feria con ocho food tracks con vinos argentinos y reventaron las previsiones.
Desde Caldas, la vieja alcoholera y perfumería de principios del XIX está ya pendiente de los movimientos demográficos de Colombia dentro de veinte años y cuáles serán los gustos del personal que ahora tiene veinte.
Los cuatro ponentes se hicieron creíbles porque fueron críticos. Hablar de las bondades del Rioja dentro de La Rioja o del ron colombiano en Caldas está trillado. Es hora de coger esos productos, envolverlos en papel de seda y empezar a venderlos en otros países y sin complejos.
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