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NOEMÍ CARRILLO RUIZ
Martes, 12 de mayo 2015, 01:20
logroño. El embarazo es un estado fisiológico que acontece durante la vida fértil de la mujer y que conlleva cambios físicos y metabólicos imprescindibles para el buen desarrollo fetal. Un pilar primordial durante este periodo es la alimentación materna. Dado que en el embarazo las necesidades de energía y de nutrientes aumentan, sólo a través de la alimentación de la madre se pueden suplir tales requerimientos.
Diversos estudios han demostrado que la alimentación materna influye directamente sobre el crecimiento embrionario. De hecho, se ha comprobado un aumento en la tasa de infertilidad, aborto y retraso del crecimiento intrauterino en aquellas mujeres que realizaron restricciones dietéticas antes y durante la gestación.
De todo ello se deduce que un óptimo estado nutricional garantiza un correcto desarrollo del bebé y mejora el estado de bienestar de la madre. Pero, ¿cómo saber si el estado nutricional de la madre es adecuado? El método más sencillo para conocerlo es el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula de dividir el peso (en kilos) por la talla (en metros) al cuadrado. Un peso insuficiente (IMC < 18.5) y/o una situación de obesidad (IMC >30) indican un precario estado nutricional. Asimismo, también supone un mayor riesgo nutricional una dieta de adelgazamiento en los 6 meses anteriores al embarazo, una dieta vegetariana estricta, tabaquismo, consumo de alcohol o de otras drogas, una ganancia menor o mayor de un kilo al mes durante la gestación, mujeres mayores de 35 o menores de 18 años y 3 o más embarazos en 2 años .
En nuestra sociedad se han creado en torno al embarazo mitos y leyendas, tales como que hay que comer por dos y que los antojos no cumplidos dejan marcas físicas en el bebé. Como ya se ha mencionado anteriormente, los requerimientos energéticos aumentan y por ello la mujer experimenta la necesidad de comer más frecuentemente, pero eso no significa incrementar las cantidades de alimento ni decidirse por opciones menos saludables como dulces o embutidos. Es fundamental regirse por un horario de comidas, repartiéndolas en cinco al día, evitar el picoteo, consumir lácteos en su forma desnatada o semidesnatada, y tomar más frutas y verduras cuya proporción en grasas en ínfima y su poder saciante mayor. Además, la recuperación del peso se estima que tiene lugar a los 6 meses tras el parto. Por otra parte, los tradicionalmente denominados 'antojos' no son más que el fruto de las alteraciones hormonales durante el embarazo, que producen repulsión o atracción por determinados alimentos y provocan enormes variaciones en las apetencias de la futura mamá.
Aproximadamente, el requerimiento energético medio de una mujer embarazada se estima en 2500 kilocalorías por día, de manera que una ganancia ponderal adecuada durante el embarazo (entre 9 y 12 kilos) traduce un buen cumplimiento dietético.
El secreto de una alimentación apropiada durante el embarazo es seguir una dieta equilibrada, es decir, incluir todos los grupos de alimentos en su proporción adecuada: 6-8 raciones/día de cereales (pan, arroz, pasta) preferiblemente integrales, 5 raciones/día de frutas y verduras, 3-4 raciones/día de lácteos, 2 raciones/día de carne o pescado, 2-3 raciones/semana de legumbres y 4 huevos por semana. De esta manera, se garantiza el correcto aporte de energía y de nutrientes, entre los cuales, el ácido fólico, el hierro, el yodo, el calcio y los ácidos grasos poli-insaturados omega-3 son fundamentales. El ácido fólico, el yodo y los ácidos grasos omega-3, son nutrientes esenciales, es decir, que el cuerpo humano no puede fabricarlos y sólo pueden ser incorporados a través de la dieta, y se han visto íntimamente relacionados con el desarrollo cerebral del bebé. El ácido fólico se encuentra fundamentalmente en: levadura de cerveza, legumbres, cereales integrales y frutos secos. Las fuentes de yodo se hallan en alimentos de procedencia marina, principalmente las algas, el marisco y la sal yodada. Y los ácidos grasos omega-3 están fundamentalmente en el pescado azul.
No obstante, hay ciertos alimentos que según la Sociedad Riojana de Medicina de Familia y Comunitaria, NO son recomendables durante el embarazo:
1 Carnes poco hechas o crudas, en especial la del cerdo, pues hay riesgo de toxoplasmosis, enfermedad que puede provocar alteraciones congénitas en el recién nacido, por ello se aconseja cocinar siempre la carne por encima de los 60ºC, consumir fiambres previamente cocidos durante su preparación, como el jamón york o el pavo. Sin embargo, todas las precauciones arriba mencionadas, no son necesarias seguirlas en el caso de que la mujer embarazada tenga anticuerpos contra el toxoplasma, por ello, al inicio de la gestación el médico realizará una analítica para conocer el estado inmunológico de la gestante.
2 Pescado o marisco fresco (sin haberse sometido a proceso de congelación en alta mar), pues existe el riesgo de infección por anisakis. Esta infección no daña al feto directamente, pero causa intensos síntomas en la madre. Para destruir el anisakis es preciso congelar a -20ºC al menos 24h o cocinar a más de 60ºC durante 10 minutos.
3 Ahumados y marinados, tanto de carne como de pescado. Son alimentos crudos que pueden transmitir una infección por una bacteria llamada listeria, la cual puede sobrevivir a grandes cambios de temperatura y ocasionar riesgo de aborto por muerte fetal intrauterina y alteraciones del sistema nervioso en el bebé.
4 Alimentos no pasteurizados como quesos (Brie, Camembert.) y patés caseros, también por riesgo de infección por listeria.
5 Mahonesa y salsas caseras, en cuya elaboración se utiliza huevo crudo, y esto conlleva riesgo de infección por salmonella, la cual no daña directamente al feto ni pone en peligro el embarazo, pero causa gran comorbilidad en la madre. Por este motivo, es mejor utilizar los preparados industriales que usan huevo pasteurizado.
6 Pescados grandes como tiburón, pez espada, caballa, atún. pues contienen mayor cantidad de mercurio, que puede provocar daños renales en la madre y daños pulmonares, renales y del sistema nervioso en el bebé.
7 Brotes germinados y ensaladas crudas, pues pueden contener virus, bacterias (como listeria y salmonella) y parásitos (toxoplasma), cuyos efectos ya hemos mencionado en los apartados anteriores. Para eliminar el riesgo de infección se recomienda utilizar desinfectante alimentario.
8 Evitar el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas, ya que atraviesan la barrera placentaria y ocasionan daños irreversibles en el feto.
En resumen, una alimentación sana y equilibrada es esencial para un correcto desarrollo gestacional. Quizás lo más difícil sea implementar estos hábitos saludables en nuestras rutinas diarias, pero una vez instaurados pueden ser aplicables a cualquier etapa de nuestra vida. No deben olvidar las futuras mamás, que cuidarse durante el embarazo es el primer gesto de amor hacia el hijo y la manera más hermosa de brindarle la oportunidad de ser un niño más sano en el futuro.
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