

Secciones
Servicios
Destacamos
ANTONIO PANIAGUA
Domingo, 23 de noviembre 2014, 01:44
El escritor Carlos Pardo (Madrid, 1975) ha hecho una apuesta muy arriesgada: contar su vida y la de su familia mediante la autobiografía, aunque su decisión de anteponer la verdad por encima de todo, por muy dura que fuera, ha creado un cisma entre sus hermanos. En 'El viaje a pie de Johann Sebastian' (Periférica), su segunda novela, Pardo se afilia a la autobiografía, «género que ahora está en auge porque certifica el fracaso de lo comunitario». La historia, narrada con sencillez y autenticidad, parece en un principio típica y cotidiana, pero a la postre se revela espeluznante.
Los padres de Carlos Pardo son unos ancianos con la mente desvaída que de jóvenes abrigaron ínfulas aristocráticas y ahora se encuentran en el mayor de los desamparos, al albur de los cuidados de unos hijos que viven inmersos en sus propias cuitas, a veces muy mezquinas. El retrato de los Pardo conmueve porque, desgranando las peripecias de sus allegados, el autor describe los anhelos frustrados de muchos españoles. «En los años ochenta y noventa, durante la Transición, los españoles buscaron la normalidad y creyeron encontrarla en el modelo anglosajón y yanqui, de modo que hubo una americanización rebajada de la vida, una exaltación del orgullo emprendedor; se podía ser normal y aspirar a los cinco minutos de gloria», dice el novelista.
En el libro, Pardo, uno de los poetas más reconocidos de su generación, aborda un asunto que «carece de prestigio literario como es la vejez», pero que está llamado a llenar páginas y páginas de la literatura de los años venideros. «No es un ajuste de cuentas ni un relato rencoroso, sino un intento de construir un leve sentido para todo el sinsentido de la vida».
La novela no alberga un ánimo revanchista, aunque el autor tiene motivos sobrados para sentir el dolor de algunas heridas que no han cauterizado. Su madre, una mujer pobre venida del pueblo, se casó con un señorito a cuyos sobrinos cuidaba. Con el paso del tiempo, el señorito abandona a su mujer y sus hijos, se convierte en un atleta grotesco en plena senectud y acaba con la memoria devastada por la demencia senil. Su madre, que también sufre la decrepitud de la vejez, no goza de mejor salud que el exmarido. Y en medio de todo sobresalen cinco hermanos con sus rarezas y pesadumbres: dos músicos de rock, un camarero, un mecánico y un librero (el propio Carlos Pardo). La escritura autobiográfica fue todo menos un ejercicio gratificante y narcisista, sino duro y sacrificado. «El libro lo he escrito con una sensación de mascar ceniza. He intentado exorcizar algunos demonios interiores para que la novela no sólo no resultara una cosa deprimente, sino que incluso fuera divertida».
Digresiones y anécdotas
Su estrategia narrativa ha consistido en tratar los temas más graves por medio de digresiones, de suerte que los acontecimientos importantes suceden a través de otras anécdotas aparentemente livianas. El autor parte de la premisa de que la autobiografía es un género de ficción, «como lo son la política o los medios de comunicación». Aun así, está persuadido de que si se quiere escribir desde el plano autobiográfico algo que tenga sentido «se ha de contar la verdad». «He intentado representar a varias generaciones de españoles que, desde la Transición, han sufrido sucesivos borrados de memoria y un proceso de modernización que ha desembocado en el desarraigo y la falta de tejido social», explica.
Si tiene que elegir a algunos escritores que han hecho de contar su propia vida un arte se queda con Paul Léautaud y V. S. Naipaul, entre otros. Con la novela 'El viaje a pie de Johann Sebastian' ha intentado colocar al lector ante un narrador del que a veces no se puede fiar y del que llega incluso a dudar de su palabra.
La novela está hecha a base de fugas, que se materializan a través de la música, el arte, la política y el dandismo. De joven, Carlos Pardo se dotó de un bastón y ropa estrafalaria porque quería emular a lord Byron y compañía. Cree que uno de los escritores que más y mejor ha reflexionado sobre el dandismo es Luis Antonio de Villena, al tiempo que expresa su rechazo por la figura de Francisco Umbral. «Decía Paul Léautaud que a veces escribir bien es escribir como un hortera. En Umbral hay un exceso de voluntad de estilo que a mí personalmente no me interesa nada. Y lo mismo me ocurre con su personalidad. Se puede ser más dandi incluso desde lo harapiento. El dandi es una de esas figuras que se mantiene entre la política del gesto y la banalización. Al fin y al cabo, lo 'hipster' es una especie de banalización de lo dandi, su éxito comercial», argumenta.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Descubre la fruta con melatonina que te ayudará a dormir mejor
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.