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Jonás Sáinz
Sábado, 1 de noviembre 2014, 23:34
Para Verónica y Carlos ha sido la primera vez, pero María José y Fernando, a sus más de sesenta años, llevan más de quince acogiendo críos. En este tiempo, por su casa han pasado siete chicos de entre dos y seis años y, ... más recientemente, un bebé de dos meses previamente a su adopción por otra familia.
Fue María José la que se interesó por el acogimiento al ver una campaña del Gobierno de La Rioja hace ya diecisiete años (probablemente, la primera que se hizo).
«No sé bien qué fue lo que me llamó la atención, pero lo hicimos», recuerda. Primero tuvieron dos hermanos de dos y tres años. «Fue muy buena experiencia». Así que después vinieron un niño de diez, una niña de tres, otros dos hermanos de siete y ocho, y más recientemente el bebé. Siempre acogimientos de urgencia, casos especiales que requieren una solución rápida.
Se diría: lo que haga falta, aquí estamos María José y Fernando para lo que haga falta. Pero ellos son gente sensata: «Cada uno tiene que saber lo que puede dar -advierte Fernando-. Tienes que ponerte unos límites para que todo sea lo más natural posible para unos niños que necesitan de ti la normalidad que les falta».
Arancha, una comercial de 46 años, es desde hace cuatro años la madre de acogida de una chica que ahora tiene dieciséis. Es su segundo acogimiento. Ahora está divorciada, pero eso no es impedimento para que ella y su hija de acogida formen su propia familia.
«Ella me llama mamá y tenemos una relación de lo más normal -cuenta-. Eso no quita para que ella diga que su madre biológica es la mejor madre del mundo». Conviven durante la semana y los fines de semana la chica los pasa con su padre, siguiendo el régimen de visitas estipulado para su caso. «Hacemos una vida de lo más normal: nos reímos juntas y discutimos... como pasa entre cualquier madre y su hija adolescente». ¿El futuro? ¡Qué pregunta! «Vivimos el día a día -responde Arancha-. Ella dice que no se va a ir nunca de casa y yo sé que algún día se irá, pero mi casa es la suya».
Feli y Nicolás, enfermera y contable de 47 años, sin hijos, tienen desde hace cuatro años un niño de ocho. Mapy y Carlos, comerciante y empleado de Telefónica de 50 años, también sin hijos biológicos, acogen desde los 15 meses a una niña que ahora tiene cuatro años y medio. Todos hablan de «vivir el día a día», «hacer vida normal», «no pensar demasiado en el día de mañana...» «Al principio me angustiaba mucho esa sensación de temporalidad -explica Feli-, pero, con el tiempo, vas aprendiendo a disfrutar del momento. Y ahora, cuando pienso que un día podríamos separarnos, esa sensación ya no me invade del mismo modo».
Todos hablan, en definitiva, de «una experiencia enriquecedora para ambas partes». Isabel, profesora de 46 años, soltera y sin hijos, acoge desde hace medio año a una niña de dos años y medio. «Hay que dar mucho -reconoce-, pero es mucho más lo que recibes. Cuando te decides a hacerlo piensas que tendrá muchas ventajas para el niño, pero luego comprendes cuánto sales ganando personalmente». Pero después de hablar con ellos, uno solo puede pensar en su enorme generosidad.
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