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Con denominación de origen
Cultura

Con denominación de origen

Matute ha plasmado sus recuerdos de La Rioja en su obra (artículo publicado el 14/10/05)

DIEGO MARÍN

Miércoles, 24 de noviembre 2010, 15:37

Ana María Matute encabeza la nómina de escritores que, si no son propiamente riojanos, tienen fuertemente arraigadas sus raíces aquí, entre otros: Marta Santos (Calahorra), J.A. González Sáinz (Baños de Río Tobía), Cristina Grande (Haro), Leopoldo Alas (Arnedo), Ignacio García-Valiño (Logroño) y hasta Juan Ramón Jiménez (Nestares).

Nacida en 1926 en Barcelona, pasó gran parte de su infancia en La Rioja, concretamente en Mansilla de la Sierra, pueblo natal de su madre (su abuelo materno, a su vez, era natural de Alberite). Si los recuerdos de los veranos vividos entre juegos y la felicidad de la inocencia le resultan a la autora mágicos, el hecho de que aquel original pueblo serrano ahora esté cubierto bajo las aguas del pantano que le da nombre otorga un matiz fantástico a la nostalgia por el paso del tiempo.

Los planes para la construcción del pantano de Mansilla se iniciaron en 1928, pero se paralizaron y retrasaron por la guerra hasta que en 1960 la Guardia Civil tuvo que desalojar de sus casas a los últimos habitantes de esta localidad, que se resistían a cambiar su casa, siquiera unos metros más arriba.

Algunos de estos recuerdos riojanos los plasmó Ana María Matute en su libro El río -título alusivo al Najerilla- (1972), donde define Mansilla como «el paisaje de mi niñez» e imagina aquella senda de agua también desaparecida: «En el fondo del pantano vivirá aún aquel río. Y, cerrando los ojos, lo veo intacto como un milagro. Un río de oro que corre hacia algún lugar de donde no se vuelve, como la vida».

En este libro, el único autobiográfico de su trayectoria literaria, encontramos una sucesión de historias, anécdotas y personas que no reproducen su vida personal pero sí la de los vecinos de Mansilla de mediados del siglo XX. Esos paisajes rurales, el descubrimiento de la Naturaleza, de la vida, el paso y enfrentamiento entre la candidez e inocencia y la madurez y la maldad serán motores argumentales de otros libros como Primera memoria, que inició la trilogía Los mercaderes, o Pequeño teatro.

Esta preocupación por mostrar la vida rural, la lucha por sobrevivir, sobre todo centrada en La Rioja pero que se puede extrapolar a todas las localidades pequeñas de todo el mundo y sus habitantes, le han hecho, primero, no querer perder el contacto con nuestra tierra (el año pasado se publicó el libro sobre teatro y titiriteros en La Rioja El camino de la legua, de Robres y Blanco, que se introducía con un prólogo de la escritora) y por lo cual va a ser recordada siempre aquí porque va a dar nombre a una calle logroñesa, y, segundo, contribuir con parte de su obra a conformar, poco a poco, lo que podemos denominar literatura riojana.

A su libro El río podemos sumar otras obras que han plasmado la vida, la historia, las tradiciones y el habla en La Rioja como El Guitón Onofre de Gregorio González, Pascasio y vinagre de Antonio Cillero Ulecia, La piel de Marta Santos, Tasugo de Alonso Chávarri y, si apuramos, hasta El decatlón riojano de Fernando Sáez Aldana.

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