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Elsa Punset, en una imagen de archivo. :: J.R.L.
«Los padres no deben precipitar la pérdida de la inocencia de los hijos»
CULTURA

«Los padres no deben precipitar la pérdida de la inocencia de los hijos»

Experta en inteligencia emocional, Punset defiende que «hay que educar a los niños para que encuentren sentido y pasión en sus vidas» Elsa Punset Licenciada en Filosofía y escritora

LA RIOJA

Lunes, 1 de febrero 2010, 10:26

Licenciada en Filosofía y Letras y Master en Humanidades por la Universidad de Oxford, en Inglaterra y Master de Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid, Elsa Punset tiene una extensa biografía. Colabora habitualmente en distintos medios de comunicación e imparte conferencias y talleres sobre inteligencia emocional en diversos ámbitos, sociales y educativos. Premio Pilates 2009 por su aportación al mundo de la cultura. Es, además, autora de (Aguilar, 2008) e (Aguilar, 2009), un ensayo sobre el impacto de las emociones en la vida diaria.

- Fundamentalmente, se considera Una persona más, entre los 6000 millones que habitan la tierra, en busca de sentido y de comprensión. Alguien que no ha renunciado a vivir los procesos de transformación que caracterizan todas las formas de vida. Una persona que, como tantas otras, quisiera, al final de su existencia, haber podido contribuir a esta azarosa y misteriosa vida con un poco de luz, de compasión, de comprensión, de valentía. ¿Qué le decidió a internarse en el mundo de las emociones e implicarse con su trabajo divulgativo? Vengo de un mundo muy académico, y aunque me gustaba la coherencia y la precisión de ese mundo, eché en falta que las ideas que allí se fraguaban pudieran cambiar de verdad, y a mejor, la vida de las personas. Quería contestar preguntas importantes desde la realidad diaria, que es donde duelen y donde importan de verdad. Lo demás son construcciones mentales, juegos intelectuales que no ayudan, que no curan, que no alivian el dolor de las personas, su sensación de fragilidad, su búsqueda de sentido. Frente a la desmotivación, a los abusos, a la pasividad, a la demagogia, al cinismo, se puede aportar algo verdadero, principios claros y herramientas útiles que ayudan a las personas a vivir mejor y a dar lo mejor de sí mismas. ¿Cuándo ó cómo le surgió la necesidad (si fue necesidad) de escribir Brújula para Navegantes Emocionales? Brújula para Navegantes Emocionales no surgió desde una necesidad personal, sino a raíz de una conversación con una persona que luego se convirtió en mi editor. En otras palabras, fue otra persona la que confió en mí para escribir ese libro. Nos conocimos en una comida por azar, simpatizamos, hablamos largo y tendido y entonces él me dijo: Quiero que cuentes todo esto exactamente igual, pero en un libro. Y surgió Brújula para Navegantes Emocionales, un recorrido por las distintas etapas de desarrollo emocional del ser humano basado en una descripción psicológica del ser humano, pero escrito desde una perspectiva muy humana, muy real, rescatando las emociones del laboratorio y describiendo sus mecanismos y su impacto en la vida diaria. De su primer libro, Brújula para Navegantes Emocionales, se ha dicho que es uno de los mejores libros de divulgación científica, con el mismo énfasis que es uno de los mejores libros de autoayuda. ¿Usted lo ve así? Necesitamos etiquetar para comprender rápidamente y asignar a cada cosa su lugar. Pero no siempre es conveniente ni posible etiquetar. Yo siempre he dicho que tan bien me parece que Brújula se considere un ensayo de divulgación científica, por su rigor, como un libro de auto-ayuda, por su capacidad de llegar al corazón de algunos lectores. Yo siempre he defendido que la auto-ayuda, si es de calidad, es no solo respetable, sino necesaria- porque ofrece una herramienta útil. En este sentido, Brújula se dirige al lector de forma muy directa, apelando no solo a su intelecto sino a sus emociones, sino a su capacidad de comprender y de transformar. Para todos los que no han podido disfrutar de sus libros, brevemente ¿qué es la inteligencia emocional? La inteligencia emocional refleja una realidad que no teníamos clara hace 10 o 15 años, y es la simbiosis entre la emoción y la razón. Tenemos un cerebro emocional, y esto significa que cada pensamiento racional tiene, en su arranque, una emoción. No podemos vivir al margen de las emociones, son una fuerza onmipresente en cada momento. Si no conocemos, comprendemos y sabemos gestionar esas emociones, entonces somos presas de grandes patrones emocionales que se han formado en la infancia, de forma más o menos inconsciente, y que te atrapan en un lugar inmaduro y instintivo. Uno de los grandes cambios de esta etapa social es que al fin estamos accediendo a la comprensión de lo que nos pasa por dentro, empezamos a comprender de forma específica y clara los mecanismos mentales y emocionales que nos controlan. Cuando estos conocimientos lleguen a las personas, recuperarán la posibilidad de gestionar sus vidas con mucha más libertad y conciencia. En su segundo libro, Inocencia Radical, conjuga conceptos, tesis y experiencias de científicos, psiquiatras, psicólogos e incluso poetas con sucesos, hechos habituales y muy cercanos. ¿Es una sus pretensiones demostrar que la ciencia y lo cotidiano no están reñidos? La ciencia es el descubrimiento paulatino de lo cotidiano, del por qué de lo cotidiano. En este sentido, el conocimiento científico debería estar mucho más cerca de las personas, porque puede aportarnos respuestas apasionantes a todos los momentos de nuestras vidas. Tenemos que acercar la ciencia a la vida diaria, y para ello nos están ayudando mucho los científicos que se acercan a las personas y les hablan del mundo desde la mirada científica con generosidad, con humildad. La vida asusta, es un camino que recorremos a tientas. La ciencia nos recuerda que no podemos inventar certezas, sino que hay que asumir grandes parcelas de misterio. Hay que reconciliarse con ese misterio, no intentar solventarlo a base de dogmas y creencias trasnochadas. Pero tampoco hay que renunciar a soñar, a a jugar con el misterio. Mi campo es la filosofía, y la filosofía tiene la característica de que se nutre de ámbitos muy distintos- el filósofo busca respuestas a preguntas trascendentales, y para ello conjuga la poesía con lo sabe a ciencia cierta, es decir que descubre y anota, pero también sueña, proyecta, encuentra paralelismos, busca explicaciones en muchos lugares En una entrevista respecto al libro Brújula para Navegantes Emocionales que estamos programados para sobrevivir. Eso puede parecer contradictorio con la idea inicial de su segundo libro nacemos inocentes. Pero no lo es Efectivamente, estos dos aspectos viven simultáneamente en la caja negra de nuestro cerebro- está el cerebro que quiere sobrevivir, presa de mecanismos innatos que le llevan a huir o a agredir si se siente amenazado; pero este cerebro también nace con un potencial extraordinario para ponerse en la piel de los demás- la empatía- y para expresar afectividad. Es el entorno el que decide si este equilibrio se inclina hacia la parte más instintiva y asustada, o hacia la parte más generosa y abierta al mundo, la parte con la que también nacemos, que quiere amar y descubrir. También ha afirmado que los tres primeros años en la vida de un niño son muy importantes tanto a nivel de aprendizajes como la lengua, destrezas, habilidades como de desarrollo emocional. Puede dar algún consejo a los padres que tienen hijos en esas edades? La labor de los padres no debería contribuir a precipitar la pérdida de la inocencia es decir, la curiosidad y la capacidad de amar- del hijo, aunque muchos sin querer lo hacen porque sobreprotegen en lo físico y abandonan en lo emocional. Los padres deberían lograr ayudar al hijo a encajar su individualidad en el mundo exterior. En esa negociación entre el individuo y la sociedad, se pierde mucha gente. En general, no nos educan para ser padres- todos lo hacemos de oídas, repitiendo en gran medida los esquemas emocionales y vitales aprendidos en nuestras casas. Por eso se perpetúan en las familias los rasgos buenos y malos a través de las generaciones, porque inconscientemente sentimos una profunda lealtad por las vidas de nuestros padres. Aejarse de sus mandatos es doloroso. Pero si ellos han sabido transmitirte amor incondicional- es decir, respeto por quien eres- y herramientas básicas para salir al mundo y dar lo mejor que puedes, entonces, con esas raíces y alas, sales adelante, tarde o temprano. También dice -y esa es una de las esperanzas de la educación- que nuestros mapas de aprendizajes emocionales, es decir el modo en que manejamos las emociones, se puede modificar. Que podemos aprender a gestionar nuestras emociones de otra forma positiva y beneficiosa. ¿Es así? Sabemos ahora que, contrariamente a lo que se había afirmado hasta hace muy poco, el cerebro es plástico- susceptible de cambiar, de reorganizarse, de adaptarse, de aprender y desaprender. Uno de los hitos que mostró hasta qué punto nuestro cerebro es flexible fue el experimento de los taxistas de Londres, en el año 2000: los más experimentados tienen el hipocampo, la parte del cerebro dedicada a las relaciones espaciales, hasta un 25% más desarrollada que las demás personas, porque utilizan esta parte del cerebro constantemente. Existen muchos ejemplos contundentes de la plasticidad cerebral. Eso es un descubrimiento impresionante, porque muestra que podemos cambiar, reeducar, gestionar. El gran reto de los próximos años con el aprendizaje emocional y social será desarrollar instrumentos de reeducación o gestión emocional eficaces. La especie humana es probablemente la única capaz de sobrevivir en cualquier ecosistema, pero también es presa, debido a su enorme sofisticación cerebral y social, de más enfermedades mentales que cualquier otra. Cuando la OMS habla de un 20% de enfermedades mentales discapacitantes de cara al 2020, y reclama que por fin se invierta tiempo y dinero en la prevención, tiene una razón apabullante. El día 22 de enero hablará de Emociones y Escuela del siglo XXI, por iniciativa de la Asociación de Profesionales de La Orientación de La Rioja (APOLAR) que celebra su I Encuentro de Orientadores. ¿Cómo ve la educación en el momento actual? Veo que es un momento apasionante, porque sabemos que con la tasa de fracaso actual, no podemos seguir manteniendo un sistema que no solo es obsoleto, sino que además es ineficaz, por decirlo con tibieza. Sin embargo, me duele mucho que no haya un debate social serio sobre la educación, sobre por qué, para qué y cómo podríamos educar. Las voces que se escuchan en la sociedad, aquellos que legislan y deciden, no pertenecen a personas que sepan lo que es un niño, o cómo desarrollar en ellos el amor al conocimiento, o su creatividad, su capacidad de tomar decisiones, su desarrollo como ciudadanos responsables, su capacidad de gestionar sus emociones, de hacer realidad sus sueños nada que importe a nuestros hijos para su futuro. ¿Cómo ve el papel de los orientadores en los centros y en la sociedad? Lo veo básico, porque ellos tienen una formación y una mirada amplia necesaria para tomar las decisiones necesarias para mejorar y re-crear nuestro sistema educativo. Los orientadores saben que tratan con niños, con personas que necesitan una atención holística, saben que los educadores tienen que dirigirse a la mente, a las emociones y al cuerpo de cada niño. Además, los orientadores pueden ser fundamentales para ayudar a que padres y colegio actúen de forma coherente frente a los niños. Los niños no pueden estar divididos entre su escuela y sus padres. Ellos pueden darnos muchas claves en este sentido. ¿Caminamos, de no haber algún cambio, hacia generaciones NI NI? No podemos educar a un niño simplemente alfabetizándolo en el sentido de hace 100 años: que sepa leer y escribir, que sobreviva físicamente. Tenemos que educarles para que puedan encontrar sentido y pasión en sus vidas- ese es el cometido final de cualquier educación, ayudarles a crecer y a plasmar sus sueños, sus objetivos, a encajar su individualidad en el mundo exterior, con respeto, con integridad, con amor. Los niños, decía la psiquiatra Elizabeth Kubler-Ross, tienen que aprender desde pequeños a decidir entre el miedo y el amor. Para ello, tenemos dos herramientas decisivas: el entorno y la educación. ¿Algún buen recuerdo, de su escolarización en la niñez o la adolescencia? ¿Un buen recuerdo de la escuela? La verdad, no puedo explayarme demasiado en ese sentido. Durante mi infancia, la escuela me parecía triste y aburrida, autoritaria, poco creativa, sin sentido. Durante años, pensé que tenía que ir a la escuela para ocupar las horas del día. Creía que había que colocar a los niños para que no molestasen, para que los padres pudiesen trabajar durante el día. ¡Ni se me ocurría que aquello le pudiese parecer útil a nadie! Sabía que aprendía mucho más en casa con mis libros, escribiendo y pensando, que con las horas muertas en clase, desmotivada y esperando con impaciencia ser mayor para poder vivir con libertad

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