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MILAGROS L. DE GUEREÑO
Domingo, 24 de enero 2010, 01:42
El triunfo de Sebastián Piñera en Chile abre un paréntesis a la eclosión de líderes de izquierda que durante estos años se ha registrado en América Latina. Se podría decir que la derecha recupera posiciones y comienza a arrinconar a la izquierda en los países de habla hispana del continente americano.
Pero, ni todas las derechas son iguales ni tampoco lo son las izquierdas. Hay muchos matices y tendencias que empezaron a forjarse en las urnas en los años 80 y 90 después de dejar atrás dictaduras militares. Al consolidarse la democracia se fijaron posiciones determinadas por el talante o la ambición de los presidentes. La derecha y el centroderecha han equilibrado posiciones al gobernar en México, Honduras, Panamá, Perú, Chile y Colombia, algunos países centroamericanos o del Caribe.
El economista argentino Elvio Baldinelli clasifica a estos gobernantes en función de su proximidad a Estados Unidos y del control que realizan de la propiedad estatal. A su juicio, entran en los parámetros de la izquierda más inflexible Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Aunque, salvo en el caso de La Habana, los mandatarios de los otros cuatro hacen del populismo su seña de identidad.
Baldinelli asegura que hay más gobiernos que quisieran pertenecer a este grupo, pero que no tienen suficiente apoyo interno, por lo que los clasifica como los «no alineados». En ese grupo destaca a Argentina, donde el peronismo no traspasa fronteras; a El Salvador, donde el triunfo de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional se logró al poner al frente a Mauricio Funes, y a Paraguay. Pero, internacionalmente, estos países han demostrado más su cercanía al círculo cubano-venezolano que a otros más conservadores.
Entre las izquierdas de centro o socialdemócratas más al estilo europeo están Brasil, Uruguay y, hasta esta semana, Chile. Sus presidentes, Luiz Inácio Lula da Silva, Tabaré Vázquez y Michelle Bachelet cuentan con una gran popularidad, pero no la utilizaron para reformar la Constitución y optar a su reelección, aunque Vázquez puede respirar tranquilo ya que José Mujica, con su historial como ex guerrillero tupamaro, se alzó como mandatario electo. Ambos pertenecen al Frente Amplio que en el 2004 logró el primer triunfo de la izquierda en la historia uruguaya rompiendo 170 años de hegemonía del Partido Colorado, de centroderecha.
La incógnita brasileña
Ni Bachelet ni Lula imitaron a su colega venezolano, el primero en reformar la Carta Magna para seguir al mando. En Chile ganó Piñera, cuya Coalición por el Cambio integra a la ultraderecha pinochetista y a la derecha. Sin embargo, al colombiano Álvaro Uribe su situación como conservador no le impidió cambiar la Constitución para optar y ganar un segundo mandato. Sobre la posibilidad de hacer lo mismo para un tercero, aún anda deshojando la margarita. Sea como sea, el triunfo de Piñera y la posible victoria de la derecha en Brasil a finales de 2010, desequilibraría la balanza.
Baldinelli obtiene estas cifras a partir de los 550 millones de personas que había en el 2006 en América Latina. «227 millones habitaban en los países considerados liberales o conservadores, 208 millones en los llamados socialistas al estilo europeo, 63 millones en los socialistas duros y 52 millones en los no alineados. Fueron considerados gobiernos liberales o conservadores los de Colombia, Costa Rica, Guatemala (actualmente de izquierdas), Haití, Honduras, Jamaica, México, Panamá, Perú y República Dominicana con el 41% de los 550 millones totales; como socialistas al estilo europeo: Brasil, Chile y Uruguay con el 38% de la población; como socialistas duros a Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela con el 11% y, como no alineados, Argentina, El Salvador y Paraguay, con el 10%». Este año será definitorio para configurar un mapa político de América Latina, porque si gana la derecha en Brasil habría 200 millones de personas en la zona azul; además, Chávez también debe encarar elecciones legislativas. Perder a Chile y a Brasil de la zona roja sería, según el sociólogo Emir Sader, «un golpe para la integración continental» que defiende la izquierda.
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