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JESÚS TORRECILLA SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL DE INMIGRANTES
Domingo, 17 de enero 2010, 02:06
Hoy, 17 de enero, la Iglesia Católica, y nuestra Diócesis con ella, celebra la 96º Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. Me detengo nada más empezar. Noventa y seis años de historia tiene esta jornada de sensibilización: lo que quiere decir que la cosa viene de lejos, que los flujos migratorios son parte de nuestra lejana y reciente historia, que unas veces se han movido unos y otras otros (generalmente los que se han movido han sido los pobres, los que buscaban un futuro más digno allí donde había oportunidades). Y una jornada a nivel mundial: lo que quiere decir que lo que pasa entre nosotros está pasando en muchos otros lugares a la vez, que no nos están «invadiendo», sino que formamos parte de un movimiento generalizado. Creo que siempre nos viene bien comprender lo local y lo autonómico en este escenario global, situar lo que vivimos hoy en una larga trayectoria.
Este año la jornada tiene como lema 'Los emigrantes y refugiados menores de edad. Hoy acogemos, mañana compartimos'. En todo lo que tiene que ver con el fenómeno de la inmigración se dan variadas situaciones, y todas ellas con variados componentes: humano, familiar, político, legal. Una de estas es la que tiene que ver con los emigrantes y refugiados menores de edad. En España contamos en la actualidad con 803.857 menores de edad nacidos en el extranjero (el 17% del total de extranjeros).
Estamos hablando de personas con las que solemos mostramos en nuestra sociedad especialmente «sensibles»: los menores. «Nos preocupa la situación de todos los menores, especialmente los más desamparados. Muchos de ellos -sobre todo los menores no acompañados- han vivido y viven el rechazo y la amenaza permanente de la repatriación, incluso cuando no hay una familia que les espere. Niños y niñas que llegan en condiciones dramáticas a una comunidad autónoma en España y de allí son derivados a otras. Pero, en muchas ocasiones, nadie sabe de verdad cuántos son, dónde o cómo están. Parece como si, apenas conocida su minoría de edad, emprendiéramos una carrera para quitárnoslos de en medio manteniéndolos unos años, para que, al cumplir los dieciocho años de edad, se queden literalmente en la calle convertidos en 'sin papeles', permanentemente amenazados por la expulsión, sin posibilidad de trabajar o de una vida digna. La emigración como fenómeno global en nuestra sociedad actual y los menores de edad como un aspecto central de la misma son los ejes de nuestro mensaje (Mensaje de la Comisión Episcopal de Migraciones).
Como sugiere el lema de la jornada, creemos que la acogida hoy es, y debe ser, una inversión de mañana compartido. Los menores emigrantes que hoy son acogidos, mañana podrán compartir con nosotros, como adultos, los valores que hayamos intercambiado. En este sentido y en este horizonte, no parece lo más acertado invertir variados recursos y dinero hasta los 18 años, no documentarles mientras son menores y que lleguen a su mayoría de edad sin obtener papeles. Tampoco nos parece una buena decisión la negativa del gobierno de nuestra Comunidad Autónoma de La Rioja a acoger, años atrás, menores inmigrantes internados en centros de Canarias, Ceuta y Melilla (y que conllevó la pérdida de una importante cantidad de dinero del gobierno central para programas de integración de inmigrantes).
Un lugar especialmente sensible donde dar cauce a esta acogida a los menores inmigrantes es la escuela, la educación. Todos los medios y recursos humanos que desde la Consejería correspondiente ahí se vienen invirtiendo nos parece una inversión de futuro; el servicio de mediación intercultural es algo a valorar, garantizar y desarrollar todo lo posible (de cara a las familias, a los barrios, a las asociaciones de inmigrantes.). Quizás sea necesario, más allá de unas iniciativas y otras, un plan que piense, coordine y rentabilice lo que en este ámbito educativo se viene haciendo, y se echa en falta, queriendo acoger a los menores inmigrantes. Invertir ahí sería, claramente, invertir en un futuro compartido.
En nuestras comunidades parroquiales se dan muchos gestos cotidianos de acogida y deben seguir creciendo: la incorporación a nuestros colegios y catequesis, el apoyo escolar, el ofrecimiento de nuestros espacios de culto y los servicios de ocio y tiempo libre, el apoyo solidario en Cáritas. Creemos y queremos que la fe en Jesús, su Evangelio, sólo sea germen de hospitalidad y acogida hoy; creemos y queremos construir con otros, con los diferentes, un mañana compartido.
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