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QUE QUEDE ENTRE NOSOTROSMAYTE CIRIZA
Miércoles, 13 de enero 2010, 01:30
El debate sobre el uso del burka está abierto desde hace tiempo en Francia y hace unas semanas Sarkozy ha propuesto multar a quienes vayan con burka o niqab en los espacios públicos, con 750 euros. Una multa que se aplicaría a cualquier persona que, en la calle, lleve el rostro «íntegramente tapado» y habrá una sanción «agravada para la persona que obligue a una mujer a llevar un velo integral». Es una de esas medidas que no deja indiferente a nadie, pero que demuestra la claridad de ideas y de principios de un gobierno.
El burka encierra completamente el cuerpo de una mujer y tan sólo una rejilla a la altura de los ojos le permite ver (si a eso se le puede llamar ver). El niqab es lo mismo pero con una abertura a la altura de los ojos. El burka no es una expresión religiosa, es una cárcel ambulante. El burka no es un derecho, es algo degradante, un signo de servidumbre y sometimiento, un signo de dominación sexual sobre las mujeres y hace que la mujer sea un fantasma andante desprovisto de identidad. La prohibición no va en contra del Islam, sino que va dirigida contra la reclusión y la humillación de las mujeres.
En España no tenemos ese problema, de momento, pero hay que apoyar todas las medidas que vayan encaminadas a defender la dignidad de la mujer y su independencia. No hay que confundir el burka con el velo o pañuelo que muchas mujeres musulmanas llevan como un símbolo cultural, son cosas distintas, no hay por qué prohibir el velo siempre que la mujer lo lleve voluntariamente, que no se lo imponga su marido o su padre. Aunque en Turquía, donde estaba prohibido el velo en las universidades, al levantarse la prohibición, ha habido una enorme presión sobre las chicas que no lo llevaban para que se lo pusieran.
Otros países europeos, como Suecia, Holanda e Italia, ya han prohibido el burka. Mientras en el resto de Europa asistimos a este debate, en Irán a finales de 2009 el gobierno ha establecido que las tiendas de ropa tienen que utilizar maniquíes con velo islámico y sin curvas sugerentes «que estimulen el deseo sexual» y, por si fuera poco, ha prohibido la ropa interior en los escaparates, que, además, no podrá ser vendida por dependientes masculinos. También se han prohibido en los escaparates, por cierto, las corbatas, supongo que porque se consideran propias del mundo "occidental". Hace tres años se prohibieron el maquillaje y los tacones de aguja, que no me gustan y nunca llevo, pero me parece muy bien que los lleven y es demencial que se prohíban.
En esta cuestión, como en tantas otras, hay que defender los valores de la democracia, de la libertad individual y de la igualdad entre hombres y mujeres. Y defenderlos sin complejos y sin dejarnos arrastrar a falsos debates, porque son derechos esenciales de la persona y la dignidad humana los que se esconden, los que se asfixian bajo el burka.
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