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C. VALDERRAMA
Domingo, 22 de noviembre 2009, 11:38
El cielo está gris y la niebla envuelve las instalaciones de Ferrallas Haro hasta camuflarlas en un ambiente frío y ventoso. A las puertas, el viento sopla aún con más fuerza y se oye el ruido sordo de los plásticos que protegen la chabola improvisada. Tapados con gorros, con las cazadoras abrochadas hasta la cara y con las manos en los bolsillos, un grupo de trabajadores espera que pasen las horas y el tiempo traiga una solución. Hace cinco días que seis de los empleados de Ferrallas Haro -después se sumaría otro compañero más- decidieron emprender una huelga de hambre para obligar a la empresa a tomar una determinación sobre el futuro laboral de ellos y de sus compañeros.
Con el paso de los días, incluso de las horas, en sus rostros aparecen claros síntomas de fatiga y agotamiento. Reconocen que la falta de alimentos sólidos está haciendo mella en su físico. Sin embargo, el ánimo continúa bastante fuerte. Arropados por una quincena de compañeros durante todo el día y visitas esporádicas tratan de permanecer sentados y en reposo el mayor tiempo posible. Ése es, al menos, el consejo que les han dado los voluntarios de Cruz Roja que han subido a tomarles la tensión.
Los controles revelan que están dentro de los parámetros, pero cada día que pasa se acercan más al límite de sus posibilidades. Para intentar paliar las consecuencias, beben agua, zumos, leche y bebidas isotónicas que contienen sales minerales. Líquidos que en parte llegan hasta la planta de la Zaballa gracias a la solidaridad de vecinos y amigos de Haro y Casalarreina. Los trabajadores subrayan que los establecimientos de esta última localidad se están «portando muy bien» y les llevan avituallamiento y la prensa.
Los acampados también agradecen el apoyo del alcalde de Casalarreina, Félix Caperos, quien les ha prestado una televisión. Gracias a un empalme de luz que han conseguido de la UTE, empresa que tiene alquiladas parte de las instalaciones a Ferrallas, pueden disponer de energía eléctrica. Esa novedad les ha permitido cambiar, dentro de la tienda, la fogata por el calefactor y el radiador.
Y así han dado un ligero cambio a su particular rutina. El frío y la luz del día les despiertan cada mañana arropados dentro de las tiendas de campaña o en los coches aparcados en el mismo solar. Con más o menos cansancio salen a la calle para comentar en compañía las últimas novedades e intentar distraer la cabeza. El acopio de madera para mantener el fuego y los continuos retoques a la caseta hecha con palos y toldos son las pocas actividades que les sacan de la rutina. A la hora de comer, los compañeros que no participan de la huelga de hambre se bajan a sus casas para no molestar con el olor de la comida a los otros siete. En cambio, a la hora de la cena, se unen a la huelga y no comen o se van a los coches como muestra de respeto.
Pero la televisión también les ha sacado de la rutina y el partido entre el Barcelona y el Athlétic ha acortado la noche. Los comentarios antes, durante y después del encuentro han cambiado, por unos instantes, el tema central de conversación. Una mínima distracción para no pensar en la comida, en el cansancio y con la esperanza puesta en el martes. Y sobre todo, pensando en los familiares que están en casa y que han convocado una concentración mañana en la plaza de la Paz de Haro a las 20.15 horas para mostrar su apoyo.
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