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V. SOTO
Jueves, 19 de noviembre 2009, 02:07
Más de 7.000 kilómetros en coche. Una odisea atravesando el corazón de la Europa de la opulencia con un destino final en una entidad bancaria de Vara de Rey. Desde Lituania y Letonia, dos obreros de la construcción pudieron ayer, por fin, después de tres años de lucha, cobrar el dinero que la empresa 'Promotora Azalea' les adeudaba. El pago es uno más dentro del goteo de deudas que dejó la constructora y que, gracias al Fogasa, ahora se están saldando.
Los trabajadores de la promotora, lituanos, polacos, letones o rusos, se quedaron sin salario en agosto del 2006, aunque siguieron trabajando hasta noviembre. Entonces, la muerte de un obrero en accidente laboral terminó por desvelar la situación de estos casi esclavos del siglo XXI. «Nos obligaban a firmar las nóminas, aunque no nos daban el dinero», explica uno de los damnificados, que guarda con celo los 3.400 euros que acaba de cobrar.
«Además, una persona nos quitaba 100 euros al mes a cada uno por conseguirnos el trabajo», añade. Pero no se trataba de un 'conseguidor', sino de un mafioso. Por eso se niegan a posar para una foto. Un gesto con el pulgar alrededor del cuello es una respuesta más que contundente. Tienen miedo.
Estos trabajadores y sus compañeros estuvieron casi seis meses viviendo hacinados en un piso de Haro, en la calle Ventilla, abandonados por sus patrones. «Estábamos unas 20 personas en un piso con cuatro habitaciones, todos sin trabajo», indica el letón. «Yo enviaba dinero a mi mujer, pero cuando no me pagaron, tuve que pedirle dinero para volver. En Haro estábamos sin comer, sin fumar, sin dinero...», asegura.
'Promotora Azalea' desapareció dejando tras de sí una larga lista de damnificados y numerosos frentes judiciales abiertos. Sin embargo, ninguno por explotación de trabajadores, pese a las condiciones en las que vivieron durante su estancia en La Rioja.
Las obras comenzadas en Zarratón y Ojacastro fueron absorbidas por otra constructora, que las finalizó. Muchos de los empleados por Azalea siguieron trabajando hasta que, en el 2008, retornaron a sus países definitivamente. Pero sin cobrar la deuda. Ahora, la lucha por un poco de justicia llega a su fin para estos obreros.
El dinero por fin obtenido les hace estar moderadamente contentos. En sus países, 3.400 y 2.900 euros suponen más de diez salarios mensuales. Sin embargo, y pese a una dureza de carácter casi pétrea, no olvidan. «Si hubiésemos sabido lo que nos iba a pasar, no hubiésemos trabajado para esa constructora», explica el letón.
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