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CARMEN NEVOT cnevot@diariolarioja.com
Miércoles, 18 de noviembre 2009, 01:39
N o conforme con gravar la compra de discos vírgenes de uso personal de andar por casa y aparatos electrónicos con el famoso 'canonazo', agentes secretos de la SGAE se han dado un paseíto por las calles de Calahorra para detectar a los abusones que infringen la ley del silencio sin previo paso por caja.
Más que una entidad de gestión colectiva que persigue potenciar las actividades culturales, la Sociedad General de Autores se ha convertido en un gigante juego de comecocos sobre el tablero de España. Un bocadito por bodas, otro bocadito por conciertos solidarios con las víctimas del terrorismo, un mordisquito por canciones anónimas del siglo XII, otro por las psicofonías de 'Cuarto milenio' y ahora a hacer caja con los himnos patrios.
A los pequeños negocios que tienen que bregar con los centros comerciales, con los impuestos y con la crisis les ha salido un nuevo grano en el culo. Si quieren amenizar la estancia de los contados clientes con un poco de música ambiental, el gesto les saldrá a 'taitantos' al mes, a menos que en el etiquetado adviertan: O
Esta sociedad recaudatoria está promoviendo la ley seca musical y la era de los conciertos clandestinos con gramófono en mano al abrigo de las catacumbas, en pleno lustro de los manteros y del siglo de Internet, único escenario en muchos casos de artistas noveles.
Yo, por si acaso, me voy con la música a otra parte.
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