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Tomás García Yebra. /COLPISA
Terror en un pueblo castellano
CULTURA

Terror en un pueblo castellano

El periodista Tomás García Yebra recrea en una novela el mítico filme de Ladislao Vajda sobre la personalidad de un asesino múltiple

ANTONIO PANIAGUA

Domingo, 15 de noviembre 2009, 02:06

El escritor y periodista de la agencia COLPISA Tomás García Yebra da una vuelta de tuerca en la concepción del género policíaco y recrea en su última novela la película , una obra maestra del director de cine Ladislao Vajda. En el relato homónimo, publicado por la editorial Funambulista, García Yebra conserva el horror que suscita la película, con el desafío de evitar las descripciones cruentas. «A los nueve años vi en mi pueblo, Las Navas del Marqués, y me aterrorizó. He tardado 40 años en digerirla», dice.

El libro de García Yebra cuenta la historia de un infanticida que perpetra sus asesinatos en el bosque, dentro de una atmósfera de misterio y tensión, tributaria del filme. El escritor infunde a su obra elementos cómicos, de los que carece la cinta de Vajda, y sitúa el escenario del crimen en su pueblo natal, Las Navas del Marqués (Ávila). Como homenaje a las novelas policíacas de García Pavón, el autor se inventa un hermano de Plinio, Samuel González, alias Triclinio, un sagaz aunque a veces extravagante jefe de la Guardia Municipal de Socuéllamos.

El libro, que será presentado mañana en el Ateneo de Madrid por Manuel Gutiérrez Aragón, Fernando R. Lafuente y Fernando Martínez Laínez, es más que una novela detectivesca, si bien cumple escrupulosamente sus leyes. La obra evoca en su trasfondo parajes, canciones y personas que constituyen la educación sentimental del escritor.

En , García Yebra vuelve a demostrar su pericia en el manejo de los hilos del género negro, como ya acreditó en su novela anterior, . En esta ocasión recurre al terror psicológico para adueñarse de la voluntad del lector. «Provocar suspense y angustia sin mostrar una sola gota de sangre, ése es el mérito de la película y espero que también de la novela».

Infancia perdida

Ambientada en los años 60, la novela tiene mucho de remembranza de la infancia perdida del escritor, del paisanaje de Las Navas del Marqués, de su intrahistoria y hasta de los giros dialectales de sus moradores. Con un cuidado estilo, seguidor de la «primitiva sencillez» que postulaba Azorín, atento al detalle costumbrista, el autor traza dos líneas argumentales que se entrecruzan: la pesquisa detectivesca y las vicisitudes de las gentes de las Navas, con sus quehaceres y manías, pero también con la poesía de las pequeñas cosas.

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