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J. V.
Lunes, 2 de noviembre 2009, 02:06
La selección española restituyó en parte el orgullo herido en el pasado Mundial de Croacia con un meritorio empate (23-23) ante Francia, en un choque en el que tan sólo una inoportuna exclusión final de Carlos Prieto privó a España de un previsible triunfo. El conjunto nacional, tras el batacazo sufrido en Croacia, no está para amistosos, y menos cuando enfrente está la todopoderosa Francia, el mejor equipo del mundo, el vigente campeón olímpico y universal.
Por ello, ni Valero Rivera ni sus pupilos, pese al ambiente festivo que se vivió en el Palacio de los Deportes, concedieron ni el más mínimo gesto de cara a la galería. Jugaron los mejores y la defensa tuvo prioridad superlativa.
Una defensa seria, dura, expeditiva, especialmente en el centro del 6-0, mostraron un poder intimidatorio, que obligó a Francia a buscar constantemente alternativas en ataque.
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