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SERGIO MARTÍNEZ
Domingo, 25 de octubre 2009, 12:14
El Naturhouse llegó a soñar. Se vio en el partido, tuvo su momento y pudo mirar a la cara al Ciudad Real sin complejos. Este equipo puede hacer las cosas muy bien, y ayer lo demostró durante muchos minutos. Pero no servía simplemente con eso. Había que bordar la perfección y esperar que el mejor equipo del mundo tuviese uno de esos días malos.
El Ciudad Real decidió que no era el momento, que tenía que salir de Logroño con la victoria. Confiando en su esquema y dejando pasar los minutos, esperando que el Naturhouse flojease. Pero no fue tarea fácil. Los franjivino mantuvieron a raya al líder en la primera mitad, demostrando que conocían muy bien su juego.
Y eso que el inicio de partido no hacía presagiar nada bueno. El Ciudad Real avisó pronto con cuatro goles ante los que poco pudo hacer la defensa, ni siquiera Gurutz, que no paró ninguna. Pero el Naturhouse no se amedrentó. Siempre a remolque, comenzó a encontrar los huecos en el sistema defensivo manchego.
Amargant dirigía a su equipo, atreviéndose a mover la bola, a chocar y a lanzar a portería. Sus compañeros se fueron animando, mientras la diferencia se mantenía; uno o dos goles abajo. Isaías armó su brazo desde la línea de nueve metros y levantó a la grada. Ángel Romero se movía como pez en el agua entre la defensa visitante. Casi todo funcionaba en ataque, pero faltaban los extremos. Parra y, sobre todo, Baskin, apenas recibían el balón, algo que limitó los recursos del Naturhouse.
El Ciudad Real comenzó a inquietarse. Había comprobado que le tocaba sufrir. Y es que la defensa riojana se sabía bien la lección.
Al contrario de lo que se esperaba, el Ciudad Real no estaba disponiendo de sus temidos contraataques, mientras que el Naturhouse aprovechó los que tuvo. En uno de ellos, Isaías puso por delante al su equipo. El Palacio se vino arriba. Cualquier cosa parecía posible, pese a que el Cuidad Real volvió a ponerse arriba al descanso.
La semana de estudio parecía haber servido. El Naturhouse sabía como hacer daño a su rival, como ahogarle en ataque, pero quedaba mucho. El descanso sirvió para meditar, para darse cuenta de que lo conseguido, se podía quedar en nada en un momento.
Y por desgracia, así fue. Al Naturhouse se le fue escapando el partido poco a poco. A la vuelta del vestuario, los franjivino comenzaron a atascarse en ataque. No se veía la misma fluidez ni la misma cohesión en el equipo. Atacar mal significaba una cosa: pérdidas de balón. El Ciudad Real tuvo la suya, lo que tanto esperaba, y a la contra resultó letal. En el minuto cuarenta Kallman puso el 17-21 en el marcador, y el Palacio comenzó a callarse. No pitaba ni animaba de la misma forma
La exclusión de Metlicic dio un empujón al Naturhouse. Pero fue un espejismo. Un parcial de 0-5 dejó el partido en las manos del Ciudad Real. A falta de diez minutos, ya había ganado el partido. Los locales cavaron su tumba en ataque y poco pudieron hacer en defensa. Sólo al final, con el choque decidido, Sorrentino y Juárez pudieron maquillar el resultado.
El Naturhouse no pudo. Resistió hasta que el Ciudad Real mostró porque no se le puede dejar ninguna ventaja. Pero el mejor club del mundo sudó en el Palacio y el Naturhouse disfrutó de un sueño, del que tuvo que despertar.
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