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Más se perdió en Cuba
TRIBUNA

Más se perdió en Cuba

FÉLIX CARIÑANOS

Sábado, 4 de julio 2009, 02:17

E l año 1998 me di un garbeo por la hemeroteca de Diario LA RIOJA para enterarme del ambiente que reflejaba el periódico acerca de la situación en Cuba cien años antes, época de la Restauración durante el reinado de Alfonso XII. A primeros de febrero daba la noticia de que el Ministerio de la Guerra había anulado aquí el sorteo efectuado por la comisión pertinente encargada de repartir el contingente de mozos destinados al Ejército, entre ellos trescientos cincuenta y siete riojanos asignados a Cuba. Los errores habían afectado a bastantes localidades. Entre las consecuencias se contó con la devolución de la redención, es decir, de las mil quinientas pesetas que las familias pudientes habían dado a las necesitadas para librar a un hijo rico a cambio de otro pobre que había quedado excedente de cupo.

El firmante con el seudónimo Luz Azul evidenciaba el entusiasmo reinante y motejaba al enemigo norteamericano con el nombre de un animal que se haría habitual en este tipo de literatura: «Así damos a entender, / pensando como hombres cuerdos, / que aquellos valientes .. . cerdos / nunca nos han de vencer /. ¡A luchar como espartanos / en medio de la campaña! / ¡Españoles!, ¡viva España! / y que mueran los marranos». En la estación de Alcanadre, al paso de un convoy con soldados ( ¿recuerdan ¡Adiós, Cordera!? de Clarín ) se llegó a quemar una caricatura del presidente estadounidense pintada por Aquilino Marín que ostentaba en su escudo un gorrino de buen año. El tendero Ruperto Martínez, con negocio en la Mayor, se anunciaba en el periódico con esta patriótica consigna: «¡Fuera el tocino yanqui!».

Unos diez años después el donostiarra Baroja recordaba el entorno social al describir la opinión del progenitor del protagonista de una de sus novelas: «El padre de Hurtado creía en la victoria española; pero en una victoria sin esfuerzo; los yanquis, que eran todos vendedores de tocino, al ver a los primeros soldados españoles, dejarían las armas y echarían a correr».

En estas lindezas pensaba yo el otro día cuando la Armada Invencible española se fue al fondo del mar derrotada por la escuadra balompédica norteamericana. No tuve tiempo de gozar con el enfrentamiento, puesto que preferí releer una colección de cuentos infantiles que conservo. Pero al día siguiente un programa de humor televisivo tuvo el acierto de ofrecer la opinión de varios periodistas deportivos -tres hombres, tres mujeres- sobre el evento antes de haberse jugado: «partido de mero trámite», «nada complicado», «totalmente asequible», «ahí nos aguarda la final», «elemental», «hacia una nueva gloria» . Me pareció que regresábamos a la época de la Restauración.

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