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M. SCHMITT |
Viernes, 8 de mayo 2009, 11:38
Los ánimos por la calle más emblemática gastronómica de la ciudad están a punto de estallar. Y el responsable de este desquicio general es la oleada de despedidas que se acumulan todos los fines de semana, alejando de los bares a los clientes de habituales. Los dueños de los establecimientos consideran que con el simple hecho de hacerse ver (los policías), las cosas cambiarían mucho.
Aunque los agentes no se mostraran físicamente, los locales ya han actuado. En varias de las fachadas de los establecimientos cuelga un cartel en el que se habla de las limitaciones de acceso a las personas que manifiesten actitudes violentas, agresivas o que provoquen barullos; las que estén con síntomas de haber ingerido drogas o alcohol; o con ropas que inciten a la violencia, al racismo o la xenofobia.
Pero el tema va más allá de una simple advertencia. Hay bares que han prohibido por completo la entrada a los grupos de despedidas de soltero, algo que no es bien recibido por los jóvenes. «No los queremos ni en el bar ni en la calle», afirma con vehemencia la propietaria de un bar de Laurel. «Están desmadrados. El disfraz les altera y sufrimos agresiones físicas y verbales», señala y se pregunta: «¿Qué es esto? ¿Un parque temático o un lugar donde tomar un pincho y un vino?».
Otros establecimientos optan por atender a las despedidas por la ventanilla. «Hay de todo. Pasan cosas, pero son el 5% de los grupos, casos aislados. Por eso es preferible no darles más publicidad, que ya se les ha dado en exceso», indica el propietario de otro bar de pinchos, quien explica que cuando están molestando, «la mayoría entiende». A su juicio, la solución pasa por más presencia policial y por poner en marcha una campaña de educación. Lamentablemente, protesta este hostelero, hay gente «de toda la vida» que ahora prefiere evitar estas aglomeraciones «y ya no viene».
Mientras tanto, los dobles de Amy Winehouse, Rafa Nadal, Madonna, Miliki y María Jesús (con su acordeón) se hacen con la calle. Algunos de forma pacífica, interactuando con el resto de los mortales; otros, los menos, ganándose el odio de toda una ciudad, que no les quiere ni en pintura.
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