Borrar
Recreación del 'asalto' aéreo a San Vicente de la Sonsierra por parte de la aviación de la República.
Utopía en las viñas
SOCIEDAD

Utopía en las viñas

La Rioja vivió hace 75 años un estallido libertario que acabó con el primer ensayo de bombardeo sobre una población, San Vicente

V. SOTO

Sábado, 13 de diciembre 2008, 13:53

La tarde del viernes 8 de diciembre de 1933, día de la Inmaculada, había sido fría y lluviosa en La Rioja. La llegada del invierno y la falta de labor en la viña contribuían a crear un ambiente de falsa tranquilidad. A la una de la mañana, mientras La Rioja Alta trataba de conciliar el sueño, un grupo de personas se reunían en bodegas, cuevas o chamizos para ultimar los detalles del golpe que debía traer el comunismo libertario a España.

Las órdenes provenientes de la CNT eran estrictas: esa noche, los adeptos a la causa debían tomar los cuarteles, ayuntamientos e iglesias para asegurar la llegada del nuevo orden. Los revolucionarios de Cenicero, Fuenmayor, Ábalos, San Vicente, Briones y San Asensio acataron el mandato y creyeron, durante día y medio, que la utopía desplazaba a la realidad.

Esa noche, en media docena de localidades de apenas 1.000 almas, se firmaron con antelación decenas de actas de defunción que se ejecutarían a partir del 18 de julio de 1936. Pero el día de la Inmaculada nadie podía prever que las cosas iban a llegar tan lejos. Aprovechando la noche, grupos armados procedieron al asalto de ayuntamientos y cuarteles de la Benemérita

La mecha de la revolución había estallado y parecía que nada iba a pararla. En Briones y San Asensio los ayuntamiento fueron tomados y todos los documentos quemados. Además, dos guardias civiles eran asesinados en San Asensio. Mientras, en San Vicente y Ábalos las iglesias ardían en llamas. En Cenicero, el alcalde, Julián Lagunilla, entregaba las llaves del Consistorio a los revolucionarios y quedaba confinado en su domicilio a la espera de juicio.

A las ocho de la mañana, el gobernador civil, Alfredo Espinosa, declaraba el estado de alarma en la zona y suspendía las garantías constitucionales, quedando prohibido «la formación de grupos de toda clase y el estacionamiento de los mismos en la vía pública so pena del uso de la fuerza para su disolución».

La maquinaria gubernamental ya se había puesto en marcha: los guardias de asalto se preparaban para imponer la ley en La Rioja Alta, puesto que la prometida revolución anarquista no había triunfado en España.

Las fuerzas revolucionarias se dividieron en pequeños grupos para asegurar las posiciones y garantizar el desarrollo del nuevo orden. Los anarcosindicalistas suspendieron el uso del dinero y organizaron en las bajeras de los ayuntamientos una oficina que repartía bienes según las necesidades de cada familia. Pan, chicharros y merluzas confiscadas, vino, cinco corderos del Marqués de Legarda, tabaco. Las filas se repetían en todos los pueblos. Jornaleros y propietarios esperando juntos por una ración. Sólo durante unas horas.

Los camiones de los guardias de asalto llegaron a Fuenmayor y Cenicero y, en la tarde del día 9, con apenas unos tableteos de ametralladora, acabaron con el sueño libertario. En San Asensio y Ábalos, el 'experimento' se disolvió con las primeras detenciones. En Briones, la resistencia dura un par de horas. En San Vicente, la noche del día 9 el pueblo todavía era anarquista y la República puso en marcha su maquinaria represiva.

Sin embargo, lo que prometía ser una dura lucha calle a calle se deshace con la venida de una escuadrilla de aviación proveniente del aeródromo de Agoncillo. Al parecer, el propio presidente del parlamento, Santiago Alba, elegido ese mismo día, ordenó el bombardeo del pueblo si no se producía la rendición inmediata. Cinco años antes de Guernica, San Vicente de la Sonsierra se convertía en el primer objetivo civil de la aviación.

Los aviones sobrevolaron el pueblo durante la mañana del día 10 lanzando una proclama en la que daban una hora para rendirse y entregar las defensas y las armas o bombardearían el pueblo.

Los revolucionarios, ante la amenaza de bombardeo, enarbolaron banderas blancas y colgaron sábanas en las ventanas y tejados. Los guardias civiles entraron en el pueblo, liberaron a sus compañeros que llevaban día y medio de asedio en el cuartel, y apresaron a los líderes sindicalistas del pueblo.

Tras 36 horas de comunismo libertario, el aplastante orden de la República imponía su fuerza y su orden sobre el brote anarquista. Doscientas catorce personas fueron procesadas en La Rioja, de las que más de cien fueron condenadas a más de diez años de prisión. Once muertos y treinta y dos heridos de gravedad era el saldo de sangre que dejaba tras de sí el movimiento, además de una fractura tan palpable que dividía definitivamente dos maneras antagónicas de ver el mundo.

El sueño de libertad se convirtió en pesadilla apenas treinta y seis horas más tarde. Ese año faltaron manos para la escarda y la vendimia y nada volvió a ser igual en esas localidades. Posteriormente vendrían la Guerra Civil y la dictadura franquista, las sacas, las venganzas y el fin de la utopía.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja Utopía en las viñas