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MARCELA VALENTE
Viernes, 5 de diciembre 2008, 01:36
La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y su par de Chile, Michelle Bachelet, se reunieron ayer en la localidad chilena de Punta Arenas para celebrar juntas los 30 años de una mediación papal que evitó la guerra entre sus países. El canciller chileno, Alejandro Foxley, no descarta que la cumbre siente las bases de un futuro Tratado de Integración entre los dos países.
Con una frontera común de más de 5.000 kilómetros, los vecinos sudamericanos estuvieron al borde del enfrentamiento militar en diciembre de 1978 tras casi un siglo de conflicto por la soberanía de un puñado de islas en el extremo sur americano, frente al canal de Beagle, que baña las playas de Tierra del Fuego.
En aquel momento, en Chile gobernaba el extinto dictador Augusto Pinochet, y en Argentina, Jorge Rafael Videla, autor de violaciones a los derechos humanos durante su régimen. Con esos gobernantes, la frontera helada del sur, habitualmente en calma y desierta, no tardó en devenir en escenario de batalla. Simulacros, envíos de tropas, cierre de fronteras, todo hacía suponer que el tiempo de la paz había cesado. La crisis había escalado poco antes cuando un tribunal internacional estableció los límites entre ambos países. Mientras Chile aceptó el laudo, Argentina lo declaró nulo y amenazó con ir a la guerra. Fue ahí donde surgió la mediación de la Santa Sede. Los dictadores no podían negarse y recibieron los oficios del cardenal Antonio Samoré, enviado del papa Juan Pablo II.
La propuesta del cardenal fue aceptada por Chile pero no por Argentina. Hubo que esperar hasta 1984 cuando, ya en democracia, la iniciativa fue refrendada en consulta popular por más de 80% de argentinos deseosos de paz tras el fracaso en la guerra contra Reino Unido por las islas Malvinas (1982).
Tratado de paz
Los dos países firmaron en 1984 el Tratado de Paz y Amistad, que otorgó todas las islas al sur de la isla Grande de Tierra de Fuego a Chile y las del lado norte del canal a Argentina, que renunció a sus aspiraciones en el estrecho de Magallanes. El cardenal Samoré no llegó a verlo, pues murió un año antes. Pero su nombre fue utilizado para rebautizar un paso en los Andes, que conecta ambos países. El religioso tiene además una estatua que lo recuerda en el sur chileno.
Treinta años después, las presidentas de Argentina y Chile dejaron constancia de su gratitud a la gestión vaticana con la colocación ayer de la primera piedra de un monumento a Juan Pablo II en Punta Arenas. Además, firmarán acuerdos de promoción comercial y cooperación espacial.
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