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PABLO ÁLVAREZ
Domingo, 16 de noviembre 2008, 14:57
La liga Asobal tiene un rey al que nadie se acerca. Ni de lejos. Y ese rey es el Naturhouse. El rey del empate reina con una seguridad asombrosa: cuando un partido parece encaminarse hacia una victoria, en ese momento en que todo parece perdido (o más bien ganado) aparece el genio de los grandes. Y el franjivino, en esto de empatar, es realmente grande.
El Naturhouse ha jugado 10 partidos, y ha empatado, con el de ayer, nada menos que 6. Un 60% de aciertos para el rey de la igualada. Un gran porcentaje.
La cosa tiene su lado bueno y su lado malo. Por ejemplo, es reseñable que el Naturhouse, a estas alturas, sólo haya perdido dos partidos. Sólo los cinco primeros han perdido menos. Lo malo es que sólo se han ganado dos partidos. Y sólo los cinco últimos han ganado menos.
Un buen puesto
Dicho lo cual, y con tanto empate, el puesto de los riojanos es el que cabía esperar: empatado. A medio camino entre el cielo y el infierno, justo en la mitad de la tabla. Es, eso sí, un gran puesto, porque el octavo de la liga va a la Copa del Rey, y eso, aunque sea un sueño para los riojanos, es un sueño bonito.
De esos seis empates hay de todo. Algunos son extraordinarios, como el de Zaragoza o el de Pamplona, aunque ante Portland también se pudo haber ganado. El de Antequera dolió más, aunque el partido no tuvo dueño. Torrevieja supo qué hacerle al Naturhouse, y el Naturhouse no supo qué hacer al final. Es algo complicado, no se piensen. El equipo que tiene el balón en el último minuto con el marcador empatado tiene una prioridad: no perderlo. Mejor empatar que caer, se dicen siempre. De ahí que los últimos ataques suelan ser conservadores
Y luego están Cuenca y Granollers. En los dos partidos el Naturhouse jugó unos últimos ataques magníficos. En Cuenca, el balón llegó a Velasco, que fue objeto de un claro que penalti no pitado. Ayer, tres buenos pases llevaron la bola hasta Stojanovic, pero el portero visitante también juega. Resultado: empate.
Y aunque empatar con Granollers era, en principio, un buen resultado (tal y como están los vallesanos, al menos), la gente se fue entre fría y cabreada. Son ya muchos empates. El personal pasó por estados opuestos anoche. Hubo pitos, primero, para algunos fallos de Pavlovic: la grada parece haber agotado su paciencia con el serbio. Hubo grandes ovaciones mediada la segunda parte, con los mejores minutos del Naturhouse. Y hubo pitos, de nuevo, para el equipo al final. Pitos y palmas, en realidad: grada dividida.
Era lógico, si se piensa. En el Naturhouse, hasta el respetable termina en empate.
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