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SOCIEDAD

El Vaticano reitera que ser gay es «una desviación» y un síntoma de «grave inmadurez»

El prefecto de la Congregación para la Educación Católica presenta un nuevo documento

I. DOMÍNGUEZ

Viernes, 31 de octubre 2008, 01:54

El Vaticano reafirmó ayer que, en opinión de la jerarquía católica actual, un homosexual es alguien que sufre «una desviación, una irregularidad» que le impide tener relaciones sociales normales y que, por poseer «una identidad sexual incierta», padece una «grave inmadurez». Por tanto, no puede ser sacerdote y tiene prohibido ingresar en un seminario. Da igual que respete su voto de castidad o, en palabras del documento presentado, «se abstenga del ejercicio de la genitalidad». Podría pensarse que, heterosexual u homosexual, nada cambia a fin de cuentas si alguien que quiere ser cura hace un voto responsable de celibato, pero para el Vaticano no es así: la homosexualidad «es una herida para poder ejercitar el sacerdocio, que consiste en ser un padre y saber relacionarse con los demás», según dijo el cardenal polaco Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica. «La castidad por el Reino es mucho más que la simple ausencia de relaciones sexuales», concluye el documento que presentó.

La Iglesia vuelve a insistir en este aspecto en un texto dada a conocer sobre el apoyo psicológico del que pueden valerse los seminarios a la hora de aceptar nuevos alumnos. Se llama 'Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio'. Nada de lo que dice es nuevo, pero ahonda en las reflexiones que ya hizo la misma congregación -los 'ministerios' en los que se divide la Santa Sede- en un documento previo de 2005. Aquel primer documento fue parte de la reacción oficial al enorme escándalo de las miles de denuncias contra curas por abusos sexuales, principalmente en Estados Unidos, donde causó incluso la bancarrota de algunas diócesis por las indemnizaciones.

Desde 2002, con Juan Pablo II, la Iglesia afrontó por primera vez la realidad de que en el clero proliferaba la homosexualidad, aunque lo hizo de forma sesgada: desde entonces estableció una perversa relación automática, criticada, entre pedofilia y homosexualidad, que contribuyó a condenar más a ésta.

Aspirante a cura

Con todo ello, la formación de un aspirante a cura será interrumpida si éste, «a pesar de su empeño y el apoyo del psicólogo o la psicoterapia», continúa mostrándose incapaz, según el punto de vista de la Iglesia, de afrontar su inmadurez. Entre los síntomas graves el documento señala, además de la homosexualidad «fuertemente radicada» o la identidad sexual incierta, las dependencias afectivas, la falta de libertad en las relaciones, un carácter rígido o los defectos de lealtad. Como impedimento especial el texto subraya la dificultad de vivir el celibato. Entre otras virtudes, los sacerdotes deben tener un «sentido positivo y estable de la identidad viril».

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