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I. ÁLVAREZ.
Domingo, 27 de julio 2008, 03:05
La Fiesta del Humo de Peroblasco continúa siendo, año a año, una colorida y reivindicativa metáfora. Desde hace diecinueve años los vecinos de este coqueto municipio riojabajeño reclaman, ayudados de sus chimeneas, mejores servicios para la localidad.
Pero ayer no sólo hubo humo. Hubo poesía, que se convirtió en la gran protagonista de la jornada festiva hasta en la hora del vermut. Entre vinos, cañas y tapas, varios escritores riojanos regalaron poemas a los incondicionales de esta fiesta. Entre los autores que pusieron voz a sus propios escritos, estuvieron Begoña Abad, ganadora del primer premio de poesía Ateneo Riojano; Nerea Ferrez, incluida recientemente en la antología Parque de Atracciones; y Raúl Gutiérrez, ganador de la última edición del concurso literario Esteban Manuel de Villegas.
Y por la noche, a partir de las 21.00 horas, llegó el momento más esperado, la esencia de la fiesta y el principio de la reivindicación. Las chimeneas de varias casas tiñeron, poco a poco, el cielo con humo de varios colores. Es la habitual manera con la que el pueblo, una pedanía de Munilla, reclama mejorar sus infraestructuras, pero sin perder un ápice del encanto rústico de sus calles.
Unas quince personas habitan actualmente sus casas. Poco a poco han conseguido recuperar la aldea, aunque insisten en el Ayuntamiento de Munilla debe cubrir mejor sus necesidades. «Queremos que se cuente con nosotros», reclama Jesús Ateca, uno de sus vecinos. Algunas de sus reivindicaciones son el acercamiento de los contenedores de basura, inversiones para el mantenimiento de la localidad y reconvertir el solar de su antigua iglesia en un centro social y cultural.
Queremos que «sea una realidad lo antes posible» la construcción de un local social en el solar de la iglesia, ya que «nos permitirá tener un sitio de reuniones, donde celebrar actos culturales e instalar una pequeña ciberteca» señalaba una de las portavoces de su Asociación de Vecinos, Esther Pascual. Que el viento no se lleve el humo, como suele suceder con las palabras, es su deseo.
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