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Domingo, 6 de julio 2008, 02:39
Pasión por la viña, pasión por el vino, pasión por el arte por todas las artes. Todo empezó hace años en Ontañón con la pintura y la escultura, siguió la semana pasada sin ir más lejos, con la literatura, con el vino y con los dioses, y el viernes le tocó el turno a la pasión por el arte del toreo. Pasiones encontradas. Algunos de los mejores aficionados riojanos a la fiesta nacional se citaron allí para testificar la presentación del libro
José Tomás, un torero de leyenda,
Actuó de anfitriona en nombre de la familia propietaria de la bodega Raquel Pérez Cuevas. Al otro lado de la mesa, el periodista Pablo García Mancha. Y entre ellos, el consejero de Administraciones Públicas del Gobierno de La Rioja, Conrado Escobar, y el torero Diego Urdiales. El festejo fue puro, sencillo, como las faenas de los buenos lidiadores. 'No hay billetes'.
Estaban los justos, los cabales, 133 personas en un marco ciertamente religioso. Entre ellas, Javier Caballero y su esposa, Carmen Sanz. También el director del hotel Las Gaunas, Morey Pérez. Silencio. Nadie se jugaría la vida. Sólo y casi nada se iba a hablar de uno de tantos cuantos muchas tardes la ponen en juego en medio de un redondel. La vista sobre los tendidos y allí estaba el preciso e impecable crítico taurino Manolo González, la inquieta pareja de arquitectos de una 'nuova rinascita', Antonio del Castillo y Ana Achiaga, el cocinero Ignacio Echapresto, los profesionales de JIG, servicio integral a la empresa, Enrique García, Paloma Zárate, Alfredo Espinosa, Antonio Fructuoso e Iñaqui Gurría, que acudió con sus hermanos Antonio y Javier Gurría.
Había gente de aquí y gente de allá, como Javier Pérez Behamonde, de la asociación taurina 'El Toril', de Alfaro, el torero de Calahorra Sergio Domínguez, su padre, Chomin Domínguez, y Raúl Lasierra, del Club Taurino Calceatense. Entre otros y para que nada fallase, Jesús Arechavaleta, María Pérez, Diego Jalle y María Rodrigo. Mariluz Cuevas destacó por la discreción que caracteriza a la gente culta.
Con los pies asentados en la arena y aplomando el cuerpo en los riñones, tal y como Diego Urdiales dijo que hay que citar al toro, allí estuvo toda la tarde Gabriel Pérez, algo más que un bodeguero al uso. «¿Cómo que Teón -preguntó a alguien- es algo más que un pago vitícola? ¿Astrónomo y matemático, padre de Hipatia de Alejandría? ¿Ya me lo contarás otro rato. Me interesa».
La mayoría entre sí o con otros habló de toros. Lo hicieron el veterinario Julián Somalo, -que fue con su mujer, Josefina García- y lo mismo Juan Cruz Gastón, Ángel Blas, Antonio Moreno, Luis María Sáenz, Ángel Pérez Aguilar, de La Vieja Bodega, Jacinto Yábar y Pepe Anoz. Aprovechando el ambigú departieron sobre variados temas Víctor Hermoso y Juan Cerezo. José Ángel Soria aplaudió las intervenciones junto a María Gurría y el inolvidable y eficaz alcalde de Logroño que fue José Luis Bermejo lo hizo junto al actual concejal José Luis Lagunilla.
Con su marido, Tony Moreno, la atractiva -de casta le viene- María Ruiz Ozaeta. La bien entendida en vinos Merche Cerrolaza se emocionó cuando un amigo le recordó el instante de un feliz pretérito con aromas de queso artesano hecho con manos riojanas. El médico Alberto Pizarro, lidiador solitario del arte, observaba la plaza acopiando saberes.
No faltaron ni José Luis Sáenz de Jubera, ni Álvaro Palacios, ni Alberto Gil-Albert. Y como las tertulias taurinas dan para tanto no faltó allí quien en la mirada de una jovencita de ojos lánguidamente hermosos y sonrisa de cristal vio asomadas las luces de un antiguo amor platónico.
¿Qué tendrá la fiesta de los toros, madre, para tanto mover los anhelos del corazón! Y todo por causa de un libro que ha superado ya la primera edición.
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