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MERCEDES GALLEGO
Viernes, 28 de marzo 2008, 01:25
«Detesto la guerra». Así comenzaba en Los Angeles el primer gran discurso del candidato republicano a la presidencia de EE. UU. , John McCain, tras recordar los devastadores efectos que los conflictos del siglo XX tuvieron en su abuelo, su padre y él mismo, todos miembros de un orgulloso linaje militar. Su hijo lo continúa en Irak, pero no lo mencionó.
«Ni el valor con que se lucha ni la nobleza de la causa pueden glorificar la guerra. Sólo un tonto o un fraude sentimentaliza la implacable realidad de la guerra».
Pese a esa declaración de principios, el septuagenario senador de Arizona se define como «un idealista realista» al que no le temblará el pulso a la hora de enfrentar las grandes amenazas que ve en el mundo: las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte, y el terrorismo islámico.
Como su predecesor, George W. Bush, McCain cree que EE. UU. debe liderar el siglo XXI, pero a diferencia de éste dice que «no puede hacerlo sólo por virtud de su poder», sino creando nuevas instituciones internacionales «para avanzar en la paz y la libertad».
Es ahí donde McCain vuelve a demostrar su peculiaridad en el partido de Reagan, donde se detesta a la ONU y a otras organizaciones multilaterales que fuerzan a EE. UU. a adoptar reglas internacionales.
«No podemos construir una paz duradera en libertad por nuestra cuenta, ni tampoco lo queremos», dijo McCain. «Nuestro gran poder no significa que podamos hacer lo que queramos cuando queramos. Lo que necesitamos es escuchar los puntos de vista de nuestros aliados demócraticos y respetar su voluntad colectiva».
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